Ciriaca Martín cumplirá en breve 102 años y disfruta de una gran lucidez y buena salud.
La serenidad con que Ciriaca Martín Cobal, que pronto cumplirá 102 años, sorprende incluso a la propia familia. Lejos de amilanarse por la edad, esta tatarabuela de Majadas de Tiétar (Cáceres) asegura que apenas se pone enferma - «si acaso un poco de catarro», comenta- y lamenta que a veces le tengan que ayudar a subir el escalón del umbral de la puerta.
La singularidad de esta familia, al margen de la longevidad de Ciriaca, radica en que cinco generaciones residen en Majadas, a pesar del éxodo vivido décadas atrás hacia las ciudades y de la actual situación de crisis, en la que muchos optan por emigrar a grandes urbes en busca de trabajo. Este no es el caso de Ciriaca y su descendencia; algo que se confirma al observarla con su tataranieto en brazos y parte del resto de la familia que, en la misma casa que ya vivía la madre de Ciriaca, escuchan atentos las narraciones de ésta.
Conoció la Majadas de principios del pasado siglo, con apenas medio millar de habitantes (ahora cuenta con 1.400), la República, los años de la escasez, el inicio de la Guerra Civil, la posguerra, la llegada de la democracia,. Múltiples vivencias y penalidades, propias de los años del hambre y las contiendas armadas. Sin embargo, recuerda que tuvo suerte, pues cuando todo estaba dispuesto para que su marido marchase a la guerra, un cambio de última hora propició que aquel camión cargado de jóvenes e inexpertos soldados no partiese hacia el frente. «Yo ya me había ido a casa de mi madre, con los dos niños chicos que tenía entonces, pero al final no se lo llevaron y nos pusimos muy contentos», rememora. Ahí no hicieron sino seguir con sus labores para sacar adelante a la familia, con el ganado y vendiendo leche en el pueblo. «Tenía que venir con las cántaras desde la dehesa hasta Majadas para venderla, unas veces con un burro, pero otras las tenía que cargar yo. Además, como no había otra cosa, íbamos al campo a coger las bellotas, para el ganado y para comer nosotros», recuerda Ciriaca.
Al igual que para millones de españoles, la vida no era fácil. Vivían en un chozo atendiendo al ganado y con escasos recursos lograron sacar adelante a una familia de seis hijos y una hermana de su madre, que se crió junto a los pequeños.
Aquellas semillas que Ciriaca fue cultivando le permiten hoy disfrutar de una familia compuesta por, además de sus hijos y su tía, 16 nietos, 16 bisnietos y un tataranieto, quienes ya preparan el próximo cumpleaños de la mayor de la casa, que el 4 de mayo cumplirá los 102 años.
Ciriaca junto a parte de su familia, en su casa de Majadas,foto.
La serenidad con que Ciriaca Martín Cobal, que pronto cumplirá 102 años, sorprende incluso a la propia familia. Lejos de amilanarse por la edad, esta tatarabuela de Majadas de Tiétar (Cáceres) asegura que apenas se pone enferma - «si acaso un poco de catarro», comenta- y lamenta que a veces le tengan que ayudar a subir el escalón del umbral de la puerta.
La singularidad de esta familia, al margen de la longevidad de Ciriaca, radica en que cinco generaciones residen en Majadas, a pesar del éxodo vivido décadas atrás hacia las ciudades y de la actual situación de crisis, en la que muchos optan por emigrar a grandes urbes en busca de trabajo. Este no es el caso de Ciriaca y su descendencia; algo que se confirma al observarla con su tataranieto en brazos y parte del resto de la familia que, en la misma casa que ya vivía la madre de Ciriaca, escuchan atentos las narraciones de ésta.
Conoció la Majadas de principios del pasado siglo, con apenas medio millar de habitantes (ahora cuenta con 1.400), la República, los años de la escasez, el inicio de la Guerra Civil, la posguerra, la llegada de la democracia,. Múltiples vivencias y penalidades, propias de los años del hambre y las contiendas armadas. Sin embargo, recuerda que tuvo suerte, pues cuando todo estaba dispuesto para que su marido marchase a la guerra, un cambio de última hora propició que aquel camión cargado de jóvenes e inexpertos soldados no partiese hacia el frente. «Yo ya me había ido a casa de mi madre, con los dos niños chicos que tenía entonces, pero al final no se lo llevaron y nos pusimos muy contentos», rememora. Ahí no hicieron sino seguir con sus labores para sacar adelante a la familia, con el ganado y vendiendo leche en el pueblo. «Tenía que venir con las cántaras desde la dehesa hasta Majadas para venderla, unas veces con un burro, pero otras las tenía que cargar yo. Además, como no había otra cosa, íbamos al campo a coger las bellotas, para el ganado y para comer nosotros», recuerda Ciriaca.
Al igual que para millones de españoles, la vida no era fácil. Vivían en un chozo atendiendo al ganado y con escasos recursos lograron sacar adelante a una familia de seis hijos y una hermana de su madre, que se crió junto a los pequeños.
Aquellas semillas que Ciriaca fue cultivando le permiten hoy disfrutar de una familia compuesta por, además de sus hijos y su tía, 16 nietos, 16 bisnietos y un tataranieto, quienes ya preparan el próximo cumpleaños de la mayor de la casa, que el 4 de mayo cumplirá los 102 años.
Ciriaca junto a parte de su familia, en su casa de Majadas,foto.
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