viernes, 11 de febrero de 2011

ME MUERO ENTRE SERPIENTES.


Cuando parecía que iba a embestirles, el monstruo esquivó la barca y vieron cómo se dirigía de nuevo al centro del río. En ese momento pudieron comparar el brillo fosforescente de sus ojos con el de una lámpara de petróleo que alguien agitaba al otro lado de la orilla. Era evidente que la luz que desprendían los ojos de ese ser era muy diferente a la de una lámpara. Más tarde, los habitantes de la zona le comentaron al religioso que en aquel río habitaba una “sucuriju” gigante.

Interesado tanto por sus propias experiencias como por las historias que le llegaban de otros testigos, el padre Heinz, protagonista de los dos encuentros con estos monstruos en el río Amazonas, le envió al director del zoológico de Hamburgo el relato de sus observaciones junto a dos fotografías. Una había sido realizada en 1933, por funcionarios de la Comisión de Fronteras de Brasil, que afirmaban haber matado al animal con ráfagas de ametralladora. Según su testimonio, la bestia era tan grande (muy por encima de los 09 metros de longitud) que cuatro hombres no hubiesen podido cargar su cabeza, y destrozó arbustos y pequeños árboles al caer abatida.
La primera mención de la serpiente en las memorias de Fawcett dice lo siguiente: “El jefe de los Yorongas me dijo que había matado un anaconda de 58 pies largo en el bajo Amazonas”. Aunque Fawcett confesó inicialmente que había pensado que era una exageración, lo confirmo luego de haber tenido su propio encuentro.

También Fawcett afirma que la Comisión brasileña de Límites le había contado que mataron en el Río Paraguay una serpiente que excedía los ochenta pies.

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