lunes, 4 de abril de 2011

HISTORIAS DE LA MONTAÑA LLAMADA SHALLOW HAL.

Historias que pasa en la montaña llamada Shallow Hal, grandes aventuras enamoradas en conseguir grandes retos.
Aún no había cesado por completo la última tormenta de aquel largo invierno cuando él fijó su objetivo. Las nubes cubrían una gran parte del cielo y a ratos una fina llovizna le mojaba la cara. Sin embargo sus ojos no dejaban de mirar aquel coloso azul que se mostraba imponente y le electrizaba con ese poder que solo hechiza a aquellos que aman la montaña más que a su propia vida. En un momento se olvidó de cuantos años habían transcurrido desde la última vez que se enfrentó a una montaña dos... cinco... doce... que importaba ahora. Recordaba claramente que en su momento cada una había sido un reto diferente y le había exigido mostrar sus mayores habilidades. Algunas habían sido benignas y accesibles permitiéndole alcanzar la cúspide sin grandes dificultades, sin embargo, más de una vez alguna tormenta cordillerana le había alcanzado poniendo en peligro su propia integridad. Otras habían sido hostiles y exigentes. Dura roca y afiladas salientes habían endurecido sus manos. Había aprendido a caminar paso a paso junto a profundos acantilados, había entrenado su mirada para esquivar sabiamente las avalanchas mucho antes de que estas se produjeran y había aprendido a esperar pacientemente cada vez que amenazaba una tormenta. Sin embargo sus ojos cristalinos contemplaban extasiados aquella montaña azul que se levantaba frente a él. “Tal vez esta sea la última...”, pensó, mientras seguía cada una de sus formas con la mirada del torero frente al animal. Y mientras deslizaba con la sutileza de un pintor sus ojos por sobre cada ladera, fue trazando su plan: Una suave pendiente le permitiría acercarse hasta un poco más allá de la mitad del recorrido. Luego tendría que escalar una gran muralla de roca esculpida durante milenios por la fuerza violenta de los elementos. Y sobre ella, flanqueada por todos sus costados, una pendiente pequeña que le llevaría hasta la cumbre, que, aunque estaba cubierta permanentemente por una nube como si una tormenta azotara las alturas, se adivinaba suave e imponente por su belleza. Una vez más tomó su equipo, olvidado por tantos años, ajustó la pesada mochila a su espalda y comenzó a caminar. Decidido y con paso resuelto enfrentó la ladera sin quitar la vista de su objetivo final, aquella cumbre rodeada de nubes. Le tomó varios días superar este tramo, sin embargo, a cada paso parecía que la cumbre le llamaba con más fuerza y él caminaba como hechizado en su demanda, por lo que no sintió ni una gota de cansancio. De pronto, casi sin darse cuenta, estaba a los pies de a una gigantesca muralla de dura roca por donde descendían desde las alturas las más cristalinas aguas como si nieves eternas coronaran su cumbre. Respiró profundo, pronunció en silencio una plegaria y comenzó a escalar... una mano después de la otra, un pie después del otro... hábilmente fue aprovechando cada saliente y cada grieta para avanzar. De vez en cuando, la roca se presentaba ante sus ojos como una lisa muralla donde no había ningún punto de apoyo. En esos momentos tomaba desde su mochila las herramientas necesarias para poner en la roca resistentes clavos que debía enterrar con gran esfuerzo, golpe a golpe. Más tarde, superado el escollo pensaba en silencio “Tal vez mi vida se pierda antes de llegar a la meta... y quizá algún dia esos ganchos sirvan a otro para llegar más allá de donde alcancen mis pasos... cada clavo que he puesto hace menos indómita esta montaña...”. Pasó días enteros buscando en la superficie vertical la ruta para llegar a la cumbre. Varias veces sus pasos debieron desandar lo avanzado para enfrentar de mejor maneja la roca, sin embargo, poco a poco la distancia se iba acortando. Ante sus ojos, solo unos metros le separaban del final de aquel interminable muro. Juntó las fuerzas que le quedaban y siguió avanzando sin poner atención a sus ya cansadas manos ni al sueño de muchas noches colgando en la roca con sus ojos y oídos atento a las avalanchas que a veces la montaña lanza sobre aquel que busca conquistarle. “Solo un poco más...” se decía mientras estiraba su brazo congelado para clavar en la roca un nuevo gancho “...solo un poco más...”.

1 comentario:

  1. De pronto, ante sus ojos apareció una superficie mucho más plana. Aunque se extendía ante él una larga ladera, la gran muralla de roca había terminado. Ahora, solo la nieve parecía ser obstáculo para alcanzar la cumbre.

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