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A los 16 años, la mafia calabresa lo secuestró y le rebanó una oreja. A los 25, una sobredosis le dejó ciego y paralítico. El heredero del imperio Getty murió el pasado sábado a los 54 años.
S i a un escritor de Hoollywood se le ocurriera presentar en forma de guión la vida entera de John Paul Getty III foto, los productores le echarían con cajas destempladas del estudio. Entre insultos y burlas, le exigirían que escribiera cosas menos rebuscadas, menos tremebundas, menos crueles. Le pedirían, en fin, un poco de lógica. Pasado el primer susto, quizá incluso el propio guionista concluyera que sus detractores llevaban bastante razón: no hay quien se crea la vida de John Paul Getty III.
Y, sin embargo, existió. Según reveló ayer su hijo, el actor Balthazar Getty, John Paul III falleció el pasado sábado, a los 54 años de edad, en su casa de Buckinghamshire (Reino Unido). Desde el año 1981 estaba postrado en una silla de ruedas, casi ciego y completamente mudo. Desde el año 1973 le faltaba una oreja. John Paul III había nacido el 4 de noviembre de 1956 en Minneapolis (Estados Unidos). Tuvo la mala suerte de ser el nieto del hombre más rico, más insensible y más tacaño del mundo.
El primer John Paul Getty (1892-1976) había heredado la empresa petrolífera de su padre, a la que supo sacarle el máximo beneficio. Fuera de los círculos económicos de Estados Unidos, nadie había oído hablar de él hasta que la revista 'Fortune' lo proclamó, en 1957, el hombre más acaudalado del mundo, con un patrimonio superior a los mil millones de dólares. Muchos años después, el magnate publicó su autobiografía, en la que exponía su receta para triunfar en los negocios: «Levantarse temprano, trabajar hasta tarde y encontrar petróleo». Aunque no lo reconocía tan claramente, John Paul tenía otro secreto: apretar el puño y no gastar más dinero del necesario. No le importaba comprar y almacenar obras de arte, pero le reventaba pagar la factura telefónica de su mansión británica, Sutton Place. Incluso llegó a instalar una cabina de monedas en el vestíbulo para que los visitantes se pagaran las conferencias de su bolsillo.
Su hijo y heredero John Paul Getty II (1936-2003) era diferente. No le gustaba madrugar y tampoco le entretenía cuadrar balances. Su padre, un tipo coriáceo, le había puesto a trabajar en una gasolinera para que supiera lo que cuesta ganar un centavo. Pero John Paul II prefería beber, meterse heroína en vena y casarse: primero se unió a una campeona de waterpolo, Gail Harris, y más tarde a una modelo holandesa, Tahlita Pol. Con su segunda mujer, marchó a Nueva York y frencuentó a la cuadrilla del pintor Andy Warhol. John Paul y Tahlita jugaban a ser artistas bohemios mientras se consumían en orgías de alcohol, sexo y drogas. En uno de aquellos viajes sicodélicos compartidos, se les debió ocurrir el nombre de su hijo, nacido en 1968, y al que bautizaron como Tara Gabriel Galaxy Gramophone Getty. Quizá abrumado por el peso de tan imponente nomenclatura, Tara Gabriel vive hoy en África, convertido en un paladín del ecologismo. La vida disipada de John Paul Getty II acabó bruscamente en 1971, cuando su mujer, Tahlita Pol, murió de sobredosis. Pero el golpe decisivo aún estaba por llegar.
S i a un escritor de Hoollywood se le ocurriera presentar en forma de guión la vida entera de John Paul Getty III foto, los productores le echarían con cajas destempladas del estudio. Entre insultos y burlas, le exigirían que escribiera cosas menos rebuscadas, menos tremebundas, menos crueles. Le pedirían, en fin, un poco de lógica. Pasado el primer susto, quizá incluso el propio guionista concluyera que sus detractores llevaban bastante razón: no hay quien se crea la vida de John Paul Getty III.
Y, sin embargo, existió. Según reveló ayer su hijo, el actor Balthazar Getty, John Paul III falleció el pasado sábado, a los 54 años de edad, en su casa de Buckinghamshire (Reino Unido). Desde el año 1981 estaba postrado en una silla de ruedas, casi ciego y completamente mudo. Desde el año 1973 le faltaba una oreja. John Paul III había nacido el 4 de noviembre de 1956 en Minneapolis (Estados Unidos). Tuvo la mala suerte de ser el nieto del hombre más rico, más insensible y más tacaño del mundo.
El primer John Paul Getty (1892-1976) había heredado la empresa petrolífera de su padre, a la que supo sacarle el máximo beneficio. Fuera de los círculos económicos de Estados Unidos, nadie había oído hablar de él hasta que la revista 'Fortune' lo proclamó, en 1957, el hombre más acaudalado del mundo, con un patrimonio superior a los mil millones de dólares. Muchos años después, el magnate publicó su autobiografía, en la que exponía su receta para triunfar en los negocios: «Levantarse temprano, trabajar hasta tarde y encontrar petróleo». Aunque no lo reconocía tan claramente, John Paul tenía otro secreto: apretar el puño y no gastar más dinero del necesario. No le importaba comprar y almacenar obras de arte, pero le reventaba pagar la factura telefónica de su mansión británica, Sutton Place. Incluso llegó a instalar una cabina de monedas en el vestíbulo para que los visitantes se pagaran las conferencias de su bolsillo.
Su hijo y heredero John Paul Getty II (1936-2003) era diferente. No le gustaba madrugar y tampoco le entretenía cuadrar balances. Su padre, un tipo coriáceo, le había puesto a trabajar en una gasolinera para que supiera lo que cuesta ganar un centavo. Pero John Paul II prefería beber, meterse heroína en vena y casarse: primero se unió a una campeona de waterpolo, Gail Harris, y más tarde a una modelo holandesa, Tahlita Pol. Con su segunda mujer, marchó a Nueva York y frencuentó a la cuadrilla del pintor Andy Warhol. John Paul y Tahlita jugaban a ser artistas bohemios mientras se consumían en orgías de alcohol, sexo y drogas. En uno de aquellos viajes sicodélicos compartidos, se les debió ocurrir el nombre de su hijo, nacido en 1968, y al que bautizaron como Tara Gabriel Galaxy Gramophone Getty. Quizá abrumado por el peso de tan imponente nomenclatura, Tara Gabriel vive hoy en África, convertido en un paladín del ecologismo. La vida disipada de John Paul Getty II acabó bruscamente en 1971, cuando su mujer, Tahlita Pol, murió de sobredosis. Pero el golpe decisivo aún estaba por llegar.
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