lunes, 7 de junio de 2010

LA SAETA RUBIA ALFREDO DI STEFANO.


Gracias vieja”. Estas dos palabras resumen la vida del argentino Alfredo Di Stefano. Un goleador nato que siempre estuvo al servicio del equipo y que nunca quiso ser una estrella por encima de sus compañeros. Atribuye sus triunfos por el juego colectivo y se lo agradece todo a su vieja: la pelota.“El fútbol me lo ha dado todo. Siempre lo he entendido como un juego de equipo y siempre he dicho que no quería ser idolatrado, sino jugar, y para eso hay que correr y sudar”.
Desde su más tierna infancia estuvo acompañado por un balón. En las calles del barrio de Barracas, en Buenos Aires, comenzó a dar patadas a pelotas de goma. La pasión por el fútbol le venía de familia. Su padre inculcó a sus hijos el amor por este deporte y por un equipo, River Plate.
Tras su paso por clubes de barrio como ‘Unidos y Venceremos’ e Imán realizó las pruebas de acceso a River Plate y los técnicos no dudaron en que dárselo. Un joven Alfredo Di Stefano comenzó a despuntar en las categorías inferiores del equipo millonario y pronto dio el salto a la primera división argentina.
En 1945, debutó en un encuentro oficial contra Huracán, equipo al que iría cedido la siguiente temporada, y a sus 19 años participó en la consecución del título para River. Su gran trabajo con El Globo el año siguiente le permitió regresar a River para consagrarse como máximo goleador y de nuevo campeón nacional en 1947, junto a compañeros de la talla de Néstor Rossi, Ángel Labruna o Amadeo Carrizo. La prensa y la afición lo bautizarían como La Saeta Rubia, por el color de su pelo y su gran velocidad al ataque. Foto de Alfredo Stefano.

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