lunes, 2 de agosto de 2010
La vida alrededor de Concha Velasco.
Hay una cola descomunal a las puertas del Goya barcelonés, el vestíbulo está desbordado, y la taquilla sigue abierta durante la función para atender a todos aquellos que se han quedado sin entrada para ver a Concha Velasco en La vida por delante, la adaptación teatral de La vie devant soi, de Émile Ajar, el seudónimo con el que Romain Gary vaciló a toda la crítica francesa. El espectáculo nace con vocación de traje a la medida para la actriz: a raíz del exitazo de Myriam Boyer en el Théâtre Marigny, los empresarios de Focus le pidieron a José María Pou, responsable artístico del Goya, que dirigiera la puesta. El plano inicial y la secuencia precréditos, por así decirlo, definen muy bien sus dos vectores: la sombra de Madame Rosa, la vieja prostituta, se recorta (estelar, puro Broadway) en el quicio de su buhardilla, más alta que la de Descalzos por el parque, mientras suena la voz de la Piaf cantando Hymne a l'amour, hasta que la luz súbitamente neorrealista revela los cabellos blancos, el cuerpo encorvado, la ropa de saldo. Se arranca el abrigo, cae en el sillón, se despatarra, se queja, se sube las medias caídas, se rasca los tobillos: un "cambio de imagen" en la línea del que efectuó interpretando a La de Bringas en Tormento, de Pedro Olea. Aparece Momo (Rubén de Eguia), el muchacho árabe que Madame Rosa recogió diez años atrás, pero la convención pide que tenga el acento de un argelino recién llegado, y la adaptación de Xavier Jalliard marca que hablen como si acabaran de conocerse para pasarle datos al respetable. Durante un buen rato me cuesta horrores entrar en la propuesta. Conviene dejar a un lado, por supuesto, el poderoso recuerdo de Simone Signoret en la película de Moshe. Hoy 5.11.2010. ha muerto su ex marido Paco Marso actor de teatro, vivierón muchos años juntos y tienes hijos.
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