Este sábado echa a rodar la ronda ciclista por antonomasia, el Tour de Francia. La vuelta ciclista gala ha cobrado un acento español en las últimas ediciones. Desde que Lance Armstrong completó su colección en 2005, Pereiro, Contador, Carlos Sastre y de nuevo Contador han escuchado el himno español en el podio de los Campos Eliseos.
Por eso, todas las miradas estarán puestas fundamentalmente en un hombre: Alberto Contador. Este pinteño de 27 años se ha acostumbrado a convivir con la presión. En 2008 llegó al Giro de Italia de rebote y a pesar de no estar en su mejor momento de forma de la temporada acabó vestido de rosa. Más difícil fue lograr el Tour de 2009.
Contador tuvo que hacer frente a los rivales, a las cimas míticas de la ronda francesa y a un contrario inesperado: su propio equipo. Cuando comenzaron la pretemporada todos salían a rodar con el maillot del Astaná, todos menos uno, Lance Armstrong. Era un síntoma de que el norteamericano tendría mucho peso en el equipo de Bruyneel. Con el prestigio que da ser una leyenda viva de este deporte, Bruyneel no dudó en apostar todo a una sola carta, la del heptacampeón del Tour. La marginación de Contador llegó hasta tal punto que el madrileño se tuvo que comprar unas ruedas él mismo para una contrarreloj. Pero el ciclismo no entiende de favoritismos y la carretera acaba poniendo a cada uno en su lugar. Contador ganó su segundo Tour y Armstrong tuvo que mirar desde el tercer escalón del podio el logro de su compañero.
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