Regreso de modo inevitable al amado territorio.
Me urge el agua fresca de la fuente de caño ancho,
agua con sabor a piedra, con olor a monte.
En el balcòn siempre abierto el grillo llena la noche,
y oculta el rumor de la carcoma en la silla y el ropero.
La palangana y el jarròn, las muecas de la niña en el espejo,
el camisòn blanco de quien me arrulla en la vieja cama de hierro.
Un anciano siempre al fresco a la sombra de la parra, bastòn
en mano, sombrero negro.
Huye el verano a hurtahillas queda ella en el balcòn
contemplando las almenas
y las montañas de Gredos. FIN.
Me urge el agua fresca de la fuente de caño ancho,
agua con sabor a piedra, con olor a monte.
En el balcòn siempre abierto el grillo llena la noche,
y oculta el rumor de la carcoma en la silla y el ropero.
La palangana y el jarròn, las muecas de la niña en el espejo,
el camisòn blanco de quien me arrulla en la vieja cama de hierro.
Un anciano siempre al fresco a la sombra de la parra, bastòn
en mano, sombrero negro.
Huye el verano a hurtahillas queda ella en el balcòn
contemplando las almenas
y las montañas de Gredos. FIN.
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