martes, 30 de noviembre de 2010

EN EL TREN HACIA EL ISLOTE DE GULANGYU.


Aunque podemos decir que el otoño de Beijing es templado, especialmente este año, en cuanto tuvimos una semana de vacaciones a principios de noviembre decidimos tirar hacia el sur y en tren como hacíamos antes.
Me encanta viajar y me encanta viajar en tren y especialmente en Asia donde parece que todo va más lento.

No es que el avión no me dé miedo sino que lo veo frío e incómodo y la mayoría de aeropuertos me parecen tan deprimentes como muchos hoteles. Desde hace tiempo busco alojarme en sitios pequeños, familiares y con encanto.

Pero con respecto al avión el tren tiene un no sé qué, algo que me hace disfrutar el viaje mucho más.
Recuerdo un largo trayecto hace ya diez años en India, de Bangalore a Delhi, más de 48 horas que se pasaron de forma rápida y amena gracias a las personas que viajaban conmigo en el mismo compartimento, o el verano de 1992, aquel estío olímpico donde llegué desde España hasta Grecia.

China, el país con la mayor revolución tecnológica del mundo en los últimos 25 años, cuenta con una red de ferrocarriles extraordinaria que prácticamente te acercan a
cualquier rincón.
Los trenes son estrictamente puntuales y son bastante cómodos para trayectos largos (no olvidéis que China es enorme).
Normalmente la segunda categoría consiste en un compartimento de 6 literas sin puertas. Por un poco más vas en primera: 4 literas más anchas y con cierre.

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