lunes, 29 de noviembre de 2010

TROMPETAS MOJADAS-HUELE A LUNA MOJADA.


El pie izquierdo es el primero en pisar la alfombra que suavemente me despierta un goce sensitivo en la planta, no estoy para creencias ni acciones involuntarias, he tomado entonces una preferencia por la izquierda, pisar primero con ella. Foto de las trompetas mojadas entre miradas y cantos de los pájaros.


Ya de pie, paso la mano sobre el pelo, enredado y rizado, me encuentro estática, miro: los ojos abiertos, firmes y lúcidos, la boca roja, mordida y codiciable, los senos fijos, redonditos e inmorales, el abdomen moldeable, transtocable y grotesco, el sexo triangular, profundo y gustoso, las piernas entrevenadas, virtuosas y abiertas. Las uñas pintadas.



Es una mañana en la que mientras el olor del cuerpo se va cruzando con el aroma de una risa sarcástica por la cruz de la casa vecina frente a mi desnudo, miro el cielo sin esperanza en él, ni acción de gracias, solo veo el clima, es gris y tengo en el closet, en cada cajón, ilusiones moradas, calientes, nubladas y hasta impasibles de mí, de los pasos dados, de los que daré, son ilusiones redefiniendo la palabra creer, porque no hay nada por encima mío, tampoco debajo, no soy más que una humana caminante por vida, como todas y todos los demás.
Es eso, Lo sé, creo, pero creo en la figura que detallo en el reflejo, creo en mi silueta corpórea, física, natural, humana, ideática y viva desde mi propia mente. Creo en mi existencia, sin anhelaciones divinas o metafísicas, creo en las palabras que arroja mi boca, creo en los círculos, líneas, modos, formas, felicidades, tristezas, ambigüedades, abstracciones que el reflejo en el espejo me da. Mi cuerpo.

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