A diferencia de la mayoría de los humanos, los caballos duermen apenas unas cuatro horas al día, repartidas a lo largo de las 24 horas. Así, un caballo puede descansar por períodos de un cuarto de hora o media hora, inmóvil, de pie, cambiando el peso de su cuerpo de una pata a otra. También podemos verlos acostados, reclinando las patas o ladeados sobre los flancos, siempre por períodos cortos de tiempo, ya que no hay que olvidar que, por su condición de presas, los caballos deben estar casi siempre al acecho por si un depredador intentase apresarlos. Existe la falsa creencia de que los caballos duermen de pie; esto se debe justamente a que resulta difícil pillarlos mientras duermen y que lo hacen por cortos períodos de tiempo repartidos a lo largo del día. Como comentábamos más arriba, si bien pueden descansar de pie y dormitar manteniendo esta posición (gracias también a su morfología que les permite estar parados y mantenerse en esta postura sin cansarse rápidamente), también se tumban para dormir y esto sobre todo por las noches cuando hay menos actividad y pueden sentirse más resguardados.
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