domingo, 21 de noviembre de 2010

LOS MÁS VAGOS DEL MUNDO.


Los vagabundos suelen sentarse en la puerta del Starbucks, y no dentro, con un café de a cuatro eurazos en la mano mientras la Gran Vía de Madrid se hiela al otro lado del cristal. Lyndon Owen no es un mendigo cualquiera y como tal, no tiene problema en hacer esperar una hora a su entrevistador por «atender unos asuntos en el portátil». Un rato después vuelve al aire cortante de Callao a hacer su trabajo de vagabundo: «Claro que trabajamos. De hecho producimos un intangible que se llama sonrisa y que no contamina. Yo produzco 40 o 50 al día, que no es poco». Habla su compañero, José María Caro, tinerfeño de 55 años, el otro socio de la compañía, moreno de obra, rasta irregular colgando por la derecha, diez años de vida en la calle surcándole la cara y dos perros en el regazo.
De lejos, son dos vagabundos en el sentido tradicional de la palabra: viven al aire libre y recorren el país pidiendo dinero a los que pasan por delante de sus narices. Pero se diferencian de sus competidores en dos hechos fundamentales. Manejan un perfil en Facebook y una web (www.lazybeggers.com, vagos vagabundos) en la que predican su estilo de vida: «Sé vago, sé feliz, sé tú», dicen en la presentación y buscan patrocinadores para su vida por PayPal, la fórmula de internet que permite enviar pasta. «Danos el dinero, lo disfrutaremos más que tú». De momento, han recaudado unos mil euros en los últimos años, la mitad de lo que les ha costado la conexión. «Internet es una calle como las demás, pero más ancha», dice Lyndon, un galés de 37 años que dedicaba su anterior vida a la ingeniería informática, especialidad en arquitectura de redes con encargos para grandes bancos. Siempre curró por libre, cada vez con más tiempo entre contrato y contrato, cuando tomaba la mochila y recorría el mundo haciendo malabares. Hasta que un día no volvió a aparecer por casa. «Disfruto más así».

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