TÍTULO: LA VIDA DE NADIE. Emilio Barrero (José Coronado) es, en aparien-cia, un hombre de éxito. Economista, "del Banco de España, nada menos", como le gus-ta decir a su padre, tiene una esposa modelo, un bonito chalet en las afueras y un hijo que le tiene en un pedestal. Está a punto de cumplir 40 años y Agata (Adriana Ozores), su esposa, le está preparando una sorpresa, pe-ro la sorpresa se la van a llevar los otros, porque la vida de Emilio Barrero está basada en la apariencia, en la mentira. Cuando Rosa-na (Marta Etura), una encantadora estudiante, aparece en su mun-do, el precario equilibrio en que se mantiene su existencia se des-morona y todo se precipita en un inesperado desenlace.TÍTULO: RIÑA DE GATOS.
Un inglés llamado Anthony Whitelands llega a bordo de un tren al Madrid convulso de la primavera de 1936. Deberá autenticar un cuadro desconocido, perteneciente a un amigo de José Antonio Primo de Rivera, cuyo valor económico puede resultar determinante para favorecer un cambio político crucial en la Historia de España. Turbulentos amores con mujeres de distintas clases sociales distraen al crítico de arte sin darle tiempo a calibrar cómo se van multiplicando sus perseguidores: policías, diplomáticos, políticos y espías, en una atmósfera de conspiración y de algarada.
Las excepcionales dotes narrativas de Eduardo Mendoza combinan a la perfección la gravedad de los sucesos narrados con la presencia, muy sutil, de su conocido sentido del humor, ya que toda tragedia es también parte de la comedia humana.
Un inglés llamado Anthony Whitelands llega a bordo de un tren al Madrid convulso de la primavera de 1936. Deberá autenticar un cuadro desconocido, perteneciente a un amigo de José Antonio Primo de Rivera, cuyo valor económico puede resultar determinante para favorecer un cambio político crucial en la Historia de España. Turbulentos amores con mujeres de distintas clases sociales distraen al crítico de arte sin darle tiempo a calibrar cómo se van multiplicando sus perseguidores: policías, diplomáticos, políticos y espías, en una atmósfera de conspiración y de algarada.
Las excepcionales dotes narrativas de Eduardo Mendoza combinan a la perfección la gravedad de los sucesos narrados con la presencia, muy sutil, de su conocido sentido del humor, ya que toda tragedia es también parte de la comedia humana.
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