Acompañando a Marlene y María se encontraba Eva, con su minúscula espalda semiencorvada, apoyada en la pared que mira hacia el interior del patio, observando lo que pasaba, asomándose por un momento con su cabecita alta, de manera sigilosa, inadvertidamente, y escuchando a sus compañeras y amigas a su peculiar manera, colocando su tímida cabecita mirando al suelo de piedra entre sus 2 finas piernas. En ese momento ella cambió la colocación de su cabeza, mirando fijamente hacia el cielo, enteramente nublado, y con sus ojos conformando una mirada perdida hacia el norte de su cabeza, una mirada en la que no se apreciaba fondo, que no demostraba alegría, pero que ni siquiera mostraba pena, queriendo enseñarnos que no expresa nada, porque sus pupilas no tienen colores que nos hagan creer en la presencia de vida, y cualquiera sabe que la presencia de colores lleva aparejado algún sentimiento, algo que nos hace disfrutar o padecer, alegrarnos o apenarnos, reír o llorar,... algo que Eva no quería transmitir, pues no estaba dispuesta a decidir que color elegir para sus ojos, ella la chica que no toma decisiones, ya vendría alguien que decidiera por ella, asumiendo encantada la decisión que tomasen por ella, indiferentemente de que la gustase o no, lo importante es que alguien la quisiese lo suficiente como para tomar decisiones en su nombre.
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