Una mujer a punto de morir recuerda el momento de su juventud en el que conoció al amor de su vida. Mientras, sus hijas –Constance y Nina– se enfrentan a la inminente muerte de su madre y a sus propias inquietudes.
Quién no se ha quedado al menos una vez fascinado por los colores que era capaz de
observar, o quizás de intuir mientras veía un atardecer, o mientras veía los rojos anaranjados de un
crepúsculo. Sea cual sea la parte de la Tierra en la que vivimos, montaña, mar...en el cielo se nos
presentan a veces colores que van desde el azul marino ultramar hasta colores rosados. La variabilidad
de la imagen es tan grande que nunca se reproduce exactamente.
Me gustan las puestas de sol, vamos a ver una puesta de sol...
-Pero tenemos que esperar ...
- ¿Esperar a qué?
-Esperar a que se ponga el sol.
Al principio pareciste muy sorprendido, y luego te reíste de ti mismo. Y me dijiste:
-¡Siempre me creo en mi tierra!
...
Pero a ti, en tu pequeño planeta, te bastaba correr tu silla unos pasos. Y mirabas el crepúsculo siempre
que te apetecía ...
-¡Un día vi ponerse el sol cuarenta y tres veces!
Y un poco más tarde añadías:
-Sabes... cuando uno se encuentra tan triste, gustan las puestas de sol...
-¿Tan triste estabas el día de las cuarenta y tres veces?
Pero el principito no respondió.”
Quién no se ha quedado al menos una vez fascinado por los colores que era capaz de
observar, o quizás de intuir mientras veía un atardecer, o mientras veía los rojos anaranjados de un
crepúsculo. Sea cual sea la parte de la Tierra en la que vivimos, montaña, mar...en el cielo se nos
presentan a veces colores que van desde el azul marino ultramar hasta colores rosados. La variabilidad
de la imagen es tan grande que nunca se reproduce exactamente.
Me gustan las puestas de sol, vamos a ver una puesta de sol...
-Pero tenemos que esperar ...
- ¿Esperar a qué?
-Esperar a que se ponga el sol.
Al principio pareciste muy sorprendido, y luego te reíste de ti mismo. Y me dijiste:
-¡Siempre me creo en mi tierra!
...
Pero a ti, en tu pequeño planeta, te bastaba correr tu silla unos pasos. Y mirabas el crepúsculo siempre
que te apetecía ...
-¡Un día vi ponerse el sol cuarenta y tres veces!
Y un poco más tarde añadías:
-Sabes... cuando uno se encuentra tan triste, gustan las puestas de sol...
-¿Tan triste estabas el día de las cuarenta y tres veces?
Pero el principito no respondió.”
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