viernes, 22 de octubre de 2010

El descubrimiento de Bruno.


Una tarde, Bruno llegó de la escuela y se llevó una sorpresa al ver que Maria, la criada de
la familia -que siempre andaba cabizbaja y no solía levantar la vista de la alfombra-, estaba
en su dormitorio sacando todas sus cosas del armario y metiéndolas en cuatro grandes
cajas de madera; incluso las pertenencias que él había escondido en el fondo del mueble,
que eran suyas y de nadie más.
-¿Qué haces? -le preguntó con toda la educación de que fue capaz, pues, aunque no le
hizo ninguna gracia encontrarla revolviendo sus cosas, su madre siempre le recordaba que
tenía que tratarla con respeto y no limitarse a imitar el modo en que Padre se dirigía a la
criada-. Noto que seso.
Maria sacudió la cabeza y señaló la escalera, detrás de Bruno, donde acababa de
aparecer la madre del niño. Era una mujer alta y de largo cabello pelirrojo, recogido en la
nuca con una especie de redecilla. Se retorcía las manos, nerviosa, como si hubiera algo
que le habría gustado no tener que decir o algo que le habría gustado no tener que creer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario