Esta historia ocurrió en una isla perdida, en la que viví tres años esperando que me rescatasen. Apenas había agua, y no digamos comida. Y lo peor es que éramos cinco que comer, ya que aparte de mí estaban mi padre, mi madre y mis dos hermanas pequeñas.
Os narraré el día de mi llegada:
Un día de diciembre, mi familia y yo nos montamos en un vuelo con destino de las Islas Canarias, por lo que deduzco que esta isla está en el Océano Atlántico. Más o menos a mitad del trayecto, vimos cómo el motor derecho del avión comenzaba a arder. El piloto dijo que era un fallo de éste; nada que no se pudiera solucionar. Pero antes de darse cuenta, el avión ya estaba empotrado contra el suelo. Increíble fue que todos saliésemos ilesos, exceptuando al piloto, cuyos restos fueron un zapato y medio brazo.
Así que ya veis, esta es la triste historia de un grupo de náufragos.
Aún así teníamos esperanza de que algún día alguien captase nuestra presencia. Pero nadie sabía lo que iba a pasar al día siguiente.
Al despertarnos, como siempre, fuimos a buscar comida, pero esta vez nos adentramos mucho en el bosque. El caso es que descubrimos que allí había un pueblecito bastante modernizado para estar en esa isla. A los diez minutos ya habíamos comido para medio mes, nos habían dado ropas bastante buenas, habíamos conseguido que esos tíos nos dieran un teléfono, y con ese teléfono habíamos conseguido que nos enviaran en unas 2 horas un helicóptero que nos llevó de vuelta a casa.
Os narraré el día de mi llegada:
Un día de diciembre, mi familia y yo nos montamos en un vuelo con destino de las Islas Canarias, por lo que deduzco que esta isla está en el Océano Atlántico. Más o menos a mitad del trayecto, vimos cómo el motor derecho del avión comenzaba a arder. El piloto dijo que era un fallo de éste; nada que no se pudiera solucionar. Pero antes de darse cuenta, el avión ya estaba empotrado contra el suelo. Increíble fue que todos saliésemos ilesos, exceptuando al piloto, cuyos restos fueron un zapato y medio brazo.
Así que ya veis, esta es la triste historia de un grupo de náufragos.
Aún así teníamos esperanza de que algún día alguien captase nuestra presencia. Pero nadie sabía lo que iba a pasar al día siguiente.
Al despertarnos, como siempre, fuimos a buscar comida, pero esta vez nos adentramos mucho en el bosque. El caso es que descubrimos que allí había un pueblecito bastante modernizado para estar en esa isla. A los diez minutos ya habíamos comido para medio mes, nos habían dado ropas bastante buenas, habíamos conseguido que esos tíos nos dieran un teléfono, y con ese teléfono habíamos conseguido que nos enviaran en unas 2 horas un helicóptero que nos llevó de vuelta a casa.
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