Por la Rúa de San Lázaro nos adentramos en la capital de Galicia. Junto al Palacio de Congresos, desciende de un autocar un grupo de escolares portugueses. Su tutor se dirige a nosotros y nos pregunta, en un castellano aceptable, dónde habíamos comenzado el Camino. Desde Roncesvalles, le dijimos. Inmediatamente reunió a los chiquillos que nos rodearon comenzando una rueda de preguntas, que el tutor traducía. Nuestras respuestas en castellano eran entendidas bien, o eso parecía. Cuántos kilómetros hacíamos al día, qué comíamos, cuántas etapas, cuántas ampollas nos habían salido, etc, fueron sus preguntas. Uno de ellos, más atrevido, nos preguntó algo que ya rondaba nuestras cabezas, ¿lo vais a repetir?. Ya veremos, es probable. El tutor también nos preguntaba detalles e intentaba con ello despertar el interés de los chicos. Ellos estaban haciendo, en autocar, la doble visita que como luego supimos muchos otros portugueses habían organizado: Fátima y Compostela. Fue la segunda vez, la primera fue en el Alto del Perdón, en Navarra, que vivimos la impagable experiencia de animar a los chavales a vivir la aventura de la Ruta.
Pero ojo, aún no habíamos terminado del todo, así que nos despedimos del grupo, entre cariñosos aplausos y seguimos camino. El callejeo por Santiago fue inolvidable, qué ganas de entrar en el Obradoiro.
Pero ojo, aún no habíamos terminado del todo, así que nos despedimos del grupo, entre cariñosos aplausos y seguimos camino. El callejeo por Santiago fue inolvidable, qué ganas de entrar en el Obradoiro.
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