jueves, 24 de febrero de 2011

UN EJEMPLO DE SOLIDARIDAD.


Fita Delgado lo dejó todo para ayudar a los más necesitados. Ahora su trabajo y su vida están en Togo.
Fita Delgado es una misionera de Zalamea de la Serena que actualmente realiza su labor en Togo, un país del África occidental subsahariana con unos siete millones de habitantes, cuya economía está basada en la agricultura de subsistencia. En una pequeña población del interior llamada Defalé, donde abundan las palmeras y los mangos, se encuentra la misión que lleva por nombre 'Hulme', administrada por las Misioneras de la Doctrina Cristiana. Un paisaje paradisiaco que oculta toda la pobreza de sus habitantes que viven en cabañas hechas con adobe y tejados de paja.
El entorno está rodeado de montañas y el suelo es muy escarpado y pedregoso. A los pocos instrumentos de los que disponen sus habitantes para labrar la tierra se une el escabroso terreno, haciendo realmente difícil la agricultura. La gente de esta zona utiliza tan solo sus manos y una azada para realizar los trabajos en el campo, puesto que ni siquiera tienen burros o mulas para el transporte de sus cosechas.
En esta misión lleva trabajando desde hace varios años la ilipense, Fita Delgado, colaborando principalmente en el hogar de menores, donde ayuda a más de 30 niños huérfanos, abandonados y recién nacidos que no tienen familia, a los que acoge en un centro de menores, haciéndoles un seguimiento riguroso hasta que terminan sus estudios o encuentran un trabajo. La misión dispone también de un centro nutricional para otros menores anémicos y débiles que viven con su madre o con un familiar, puesto que muchas mujeres mueren en el parto. Los pequeños no salen de este lugar hasta que estén totalmente recuperados y puedan llevar una vida normal. Hay un centro médico para la asistencia primaria y vacunaciones, un pequeño laboratorio y una farmacia. Para la promoción de la mujer se llevan a cabo talleres de costura, bordados, tintado de telas, etc.
«En Togo el panorama me pareció desolador. No comprendía cómo podían existir mundos tan diferentes, afirma Fita. «Poco a poco voy mirando con ojos más humanos y evangélicos y voy descubriendo otros valores que las personas a las que ayudamos tienen y nosotros vamos perdiendo, como es la naturalidad, la acogida, la sencillez, la solidaridad, su religiosidad, su espíritu festivo y alegre que demuestran con sus bailes y danzas», dice.
Pero la solidaridad de Fita Delgado por el mundo no se queda aquí. En los años noventa, cuando el huracán Mitch arrasó Nicaragua, colaboró en las labores de reparto de ayuda humanitaria. También, antes que en Togo, ha estado en Burkina Faso. «Estoy haciendo lo que entiendo que se debe hacer, aunque la gente piense que ser religiosa es estar apartada del mundo y de lo que ocurre en él. Seguir a Jesús supone estar comprometida con la humanidad, con los más necesitados, estar al lado de ellos», asegura esta ilipense que lo dejó todo por su gran vocación de ayuda a los demás.
Fita Delgado, junto a tres menores acogidas en la misión de Togo.Foto.

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