sábado, 26 de febrero de 2011

Memorias de la noche.


Habitamos el círculo

de luz que nos depara el fuego

y, haciendo corazón

de la alterada sangre,

invocamos las íntimas alondras

que, al pairo del amor,

sobrevolaron espacios de familia.



Y libamos la miel

de la palabra antigua

sobre un tronco de paz

que maduró en el roble: ese
roble que habita mi dolor

y los paisajes lentos del otoño.



Con la forma del humo,

una nube de ausencias

se posa en el tamiz de la pupila

y a los ojos ascienden
atanores de lágrimas y tiempo.



Llueve.

Y la tierra se empapa de esta lluvia

espesa que humedece la raiz

de los cultivos, y las ramas

sin lustre de este árbol

triste de carne y de sequía.

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