Habitamos el círculo
de luz que nos depara el fuego
y, haciendo corazón
de la alterada sangre,
invocamos las íntimas alondras
que, al pairo del amor,
sobrevolaron espacios de familia.
Y libamos la miel
de la palabra antigua
sobre un tronco de paz
que maduró en el roble: ese
roble que habita mi dolor
y los paisajes lentos del otoño.
Con la forma del humo,
una nube de ausencias
se posa en el tamiz de la pupila
y a los ojos ascienden
atanores de lágrimas y tiempo.
Llueve.
Y la tierra se empapa de esta lluvia
espesa que humedece la raiz
de los cultivos, y las ramas
sin lustre de este árbol
triste de carne y de sequía.
de luz que nos depara el fuego
y, haciendo corazón
de la alterada sangre,
invocamos las íntimas alondras
que, al pairo del amor,
sobrevolaron espacios de familia.
Y libamos la miel
de la palabra antigua
sobre un tronco de paz
que maduró en el roble: ese
roble que habita mi dolor
y los paisajes lentos del otoño.
Con la forma del humo,
una nube de ausencias
se posa en el tamiz de la pupila
y a los ojos ascienden
atanores de lágrimas y tiempo.
Llueve.
Y la tierra se empapa de esta lluvia
espesa que humedece la raiz
de los cultivos, y las ramas
sin lustre de este árbol
triste de carne y de sequía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario