sábado, 19 de marzo de 2011

EL RON DE LA NOCHE.


Anoche ya no cubriste mis ausencias de piel ni de ron. En el letargo ya cansado de mi voz, que arrastra la cola de la soledad y el desengaño te busqué en tu rincón de siempre. Pero no estabas. Esperé en el umbrío soliloquio de las notas del piano la dulce mirada con la que siempre que canto me acompañas. Pero fue en vano. Entre la penumbra del alcohol y las rosas ajadas por el abandono y la dejadez vital de los que ya hemos vendido nuestra alma al mejor postor estuve esperando que me ofrecieses el penúltimo trago y levantases tu copa por mí mientras entonaba esa canción tuya, En el último trago... nos vamos, y con la que ya suelo cerrar el cansancio de este hastío que me corroe cada noche que columpio algún trasnochado bolero.
Pero en tu rincón de siempre alguien alzó la copa y me invitó a la penúltima, y me senté con él mientras recordaba que nunca supe ni me enseñaron que había de serle fiel a ningún hombre.

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