Hay historias de peces que toman a los mares por caminos, salen de las cuevas bocas que se expanden, hacia recovecos húmedos de carnes agitadas, sudorosas. Habemos cuerpos largos con aletas de colores, tramando espacios para compartir aberturas, animales marinos, azulosos líquidos, sequedades. Con ese pez entre las piernas, esa cosa viva removiendo las aguas, ese pez metido buscando líquidos plácidos, susurrantes como rezos ardiendo en la noche. En el fondo del mar hay una casa de cristal. A una avenida de madreporas da. Un gran pez de oro, a las cinco, me viene a saludar. Me trae un rojo ramo de flores de coral. Duermo en una cama un poco mas azul que el mar. Un pulpo me hace guiños a traves del cristal. En el bosque verde que me circunda -din don....din dan- se balancean y cantan las sirenas de nacar verdemar. Y sobre mi cabeza arden,en el crepusculo, las erizadas puntas del mar.
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La belleza de los peces me enamoro busco al amor perdido al lado del río.
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