lunes, 14 de marzo de 2011

EL PANTALEÓN Y LAS VISITADORAS.


Bueno, al toro por los cuernos-sella sus labios con


un dedo el general Victoria-. El asunto exige la más
absoluta reserva. Me refiero a la misión que se le va a
confiar, capitán. Suéltale el cuco, Tigre.
-En síntesis, la tropa de la selva se anda tirando a
las cholas-toma aliento, parpadea y tose el Tigre Collazos-
. Hay violaciones a granel y los tribunales no se dan abasto
para juzgar a tanto pendejón. Toda la Amazonía está
alborotada.
-Nos bombardean a diario con partes y denuncias-
se pellizca la barbilla el general Victoria-. Y hasta vienen
comisiones de protesta de los pueblitos más perdidos
En Pantaleón y las visitadoras, novela de 1973 del Nóbel Vargas Llosa, nos encontramos con un capitán del ejército peruano que se encuentra con la necesidad de organizar un servicio de Visitadoras para aplacar a los soldados que andan violando mujeres en la Amazonía.

La novela es muy divertida, sobre todo por la forma en que está redactada. Los partes del ejército se solapan con conversaciones entre los protagonistas incluso con la emisión de radio de un tal Sinchi.



Además nos encontramos con una critica a la hipocresía de la sociedad militar, que crea este servicio y pretende mantenerse al margen del mismo. Es algo secreto, como si pudiese ser secreto dicho servicio. Imaginen ustedes que pasase eso en España, sería un secreto a voces como lo es en Pantaleón. Claro que la hipocresía no solo podemos verla en ese ámbito, podemos fácilmente extrapolarla a otros. La rama eclesiástica que se horroriza ante el servicio de visitadores, no duda en casar de cualquier modo y a toda prisa a quienes cometen las violaciones, con la consiguiente reprimenda eso si. Como si eso fuese suficiente.


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