martes, 15 de marzo de 2011

La cafetería EN LA CALLE.


Sin darme cuenta llegué a la calle en la que me paré con el coche para preguntar dónde se encontraba el hotel. No me lo pensé dos veces y volví a la cafetería. Al entrar mis orificios nasales captaron el fuerte olor a tabaco de aquel espacio cerrado. Me acerqué a la barra, a la misma barra que hace minutos visité y en la que me atendió un amable y simpático chico cuyo nombre no sé.
Creo que él fue de las pocas personas que me dirigió una sonrisa y que me miró, mentiría si dijera que no tenía ganas de encontrarme de nuevo con esa dentadura tan blanca y perfecta. Pero me encontré con la sorpresa de que él no estaba allí y ahora me sabía mal entrar, dirigirme a la barra y salir de nuevo sin ni siquiera tomarme algo.


-¿Qué desea? – me miró con gran atención un camarero que estaba detrás de la barra.


-Póngame una Coca Cola – sinceramente ni me apetecía, me entraron ganas de decirle “quiero saber dónde está el chico que estaba aquí esta mañana”, pero me guardé ese comentario.


Se agachó para coger un botellín de Coca Cola y llenó el vaso con hielo de una forma rápida y eficaz. Daba gusto el trabajo de aquellos camareros, pero no obstante la hediondez del humo era repugnante.

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