
El sabio tucumano Miguel Lillo murió hace 80 años. Dejó escritos muy pocos pensamientos, pero seleccionando textos de sus cartas LA GACETA imaginó un reportaje que pinta al naturalista en cuerpo y alma. "No soy descendiente de próceres", recalcó.
Esta entrevista, obviamente, no es real. Pudo haber ocurrido en 1914, cuando el sabio y científico tucumano Miguel Ignacio Lillo fue designado doctor honoris causa por el Museo de La Plata. O, más atrás en el tiempo, en 1885, cuando fue nombrado ayudante en la Oficina Química Provincial. Pero como nunca se produjo el encuentro cara a cara, LA GACETA intentó imaginar cómo hubiera sido una entrevista con el destacado personaje. Para eso se realizó una cuidadosa selección de textos de distintos temas que figuran en las pocas cartas y manuscritos de Lillo que se conservan en distintas instituciones, sobre todo, en la Fundación que lleva su nombre. El resultado es un reportaje que pinta en cuerpo y alma al sabio tucumano, del cual se cumplen hoy 80 años de su fallecimiento.
No lo sé. Todo está en la vida que a uno le toca vivir. La mía es bastante particular, por cierto. Parece que nací en 1864, pero no estoy bien seguro porque no tengo fe de bautismo. Eso sí: no soy descendiente de próceres. Al contrario; mi abuelo era un pobre español que vino a América a pelear en el ejército del rey de España en las luchas por la Independencia. Fue tomado prisionero en el sitio de Montevideo y enviado a esta tierra donde fundó la familia Lillo.
No conocí a mis padres, pues murieron antes de que yo cumpliera los tres años. Fui criado por dos tías; gente muy pobre pero honrada. Tenían la pequeña propiedad donde vivo actualmente y con su trabajo en randas y telas rústicas me dieron de comer, me vistieron y, sobre todo, subsanaron los gastos de mi educación.
Esta entrevista, obviamente, no es real. Pudo haber ocurrido en 1914, cuando el sabio y científico tucumano Miguel Ignacio Lillo fue designado doctor honoris causa por el Museo de La Plata. O, más atrás en el tiempo, en 1885, cuando fue nombrado ayudante en la Oficina Química Provincial. Pero como nunca se produjo el encuentro cara a cara, LA GACETA intentó imaginar cómo hubiera sido una entrevista con el destacado personaje. Para eso se realizó una cuidadosa selección de textos de distintos temas que figuran en las pocas cartas y manuscritos de Lillo que se conservan en distintas instituciones, sobre todo, en la Fundación que lleva su nombre. El resultado es un reportaje que pinta en cuerpo y alma al sabio tucumano, del cual se cumplen hoy 80 años de su fallecimiento.
No lo sé. Todo está en la vida que a uno le toca vivir. La mía es bastante particular, por cierto. Parece que nací en 1864, pero no estoy bien seguro porque no tengo fe de bautismo. Eso sí: no soy descendiente de próceres. Al contrario; mi abuelo era un pobre español que vino a América a pelear en el ejército del rey de España en las luchas por la Independencia. Fue tomado prisionero en el sitio de Montevideo y enviado a esta tierra donde fundó la familia Lillo.
No conocí a mis padres, pues murieron antes de que yo cumpliera los tres años. Fui criado por dos tías; gente muy pobre pero honrada. Tenían la pequeña propiedad donde vivo actualmente y con su trabajo en randas y telas rústicas me dieron de comer, me vistieron y, sobre todo, subsanaron los gastos de mi educación.
Justamente en mi infancia, porque me he criado en el campo, en medio de matorrales y bosques. Las lecturas infantiles de viajes y las novelas como las de Julio Verne también me ayudaron. Pero mi iniciación en la Historia Natural de la Argentina la hice con la conocida obra de Napp, "La República Argentina".
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