Esta joven de Bangladesh se tomó esteroides para parecer mayor y así poder prostituirse.
Yasmin se ha dopado. Nadie ha ido a cogerle muestras de orina, ni le ha buscado una vena para llenar tubitos de sangre, ni ha rastreado en las profundidades de su ADN, pero no puede esconderlo: Yasmin se ha dopado. Tumbada sobre una colcha de flores reventonas, iluminada por una sangrante luz de león, con la cara convertida en una máscara espantosa, la joven duerme en un prostíbulo de Bangladesh. Como tantas otras chicas de su país, arrojadas a la intemperie y dispuestas a cualquier cosa para sobrevivir, Yasmin se metió a puta. Pero era todavía tan niña que temió espantar a la clientela, así que decidió tomar esteroides para parecer mayor. Las hormonas montaron una fiesta en su cuerpo adolescente y le hicieron engordar muchos kilos de golpe. Ahora tiene 20 años, el pelo naranja y la cara hinchada, y se ha quedado profundamente dormida. Un reportero de Bangladesh atrapó su imagen y Unicef la acaba de escoger como una de las mejores fotografías del año 2010. Yasmin, probablemente, ni siquiera lo sepa. A estas horas, seguirá alquilando su cuerpo deformado por cuatro monedas y maldiciendo el día en que, como algunos avispados deportistas, decidió tomar esteroides.
Yasmin se ha dopado. Nadie ha ido a cogerle muestras de orina, ni le ha buscado una vena para llenar tubitos de sangre, ni ha rastreado en las profundidades de su ADN, pero no puede esconderlo: Yasmin se ha dopado. Tumbada sobre una colcha de flores reventonas, iluminada por una sangrante luz de león, con la cara convertida en una máscara espantosa, la joven duerme en un prostíbulo de Bangladesh. Como tantas otras chicas de su país, arrojadas a la intemperie y dispuestas a cualquier cosa para sobrevivir, Yasmin se metió a puta. Pero era todavía tan niña que temió espantar a la clientela, así que decidió tomar esteroides para parecer mayor. Las hormonas montaron una fiesta en su cuerpo adolescente y le hicieron engordar muchos kilos de golpe. Ahora tiene 20 años, el pelo naranja y la cara hinchada, y se ha quedado profundamente dormida. Un reportero de Bangladesh atrapó su imagen y Unicef la acaba de escoger como una de las mejores fotografías del año 2010. Yasmin, probablemente, ni siquiera lo sepa. A estas horas, seguirá alquilando su cuerpo deformado por cuatro monedas y maldiciendo el día en que, como algunos avispados deportistas, decidió tomar esteroides.
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