Siempre ha sido la Gran Montaña y lo seguirá siendo, porque a pesar de que muchos hombres la hayan ascendido, para unos pocos sigue siendo el sueño inalcanzable, como el vellocino de oro, un reto impresionante para todo alpinista y aventurero.
La Expedición Bizkaia Medio Ambiente Everest 97 planteó desde sus inicios una gran aventura en la que navegaría mucha gente junto a los alpinistas que intentaran la escalada al Everest. Este fue el principal objetivo de un pequeño grupo de montañeros, todos vizcainos, con la inquietud y el propósito de aportar al alpinismo de esta tierra una nueva victoria en cumbres de más de 8000 mts. Después de los únicos intentos del 87, se pretendía que un alpinista vizcaino pisara la cumbre de la montaña más alta de la tierra, el Everest de 8,848m. de altura.
Tras largos meses de arduo trabajo burocrático y de una dura y específica preparación física, partíamos, por fin, un 20 de agosto hacia tierras nepalíes. El monzón nos recibió con todos sus brillos, con todo su rigor. Lo que en los primeros días fue lluvia se transformó durante buena parte del mes de septiembre en nieve, una que nieve que diariamente cubría nuestras tiendas, y que en un principio no nos preocupaba.
Poco a poco todos los alpinistas fuimos ascendiendo a los campos superiores, cada uno escuchando los ritmos internos y personales de su aclimatación, para así lentamente ir adquiriendo la resistencia y fuerzas necesarias para permanecer en altura.
Fueron días duros, con pocos reposos, días en los que a veces el mal tiempo nos hacía descender al Campo Base ( 5.300 m.) en busca de alivio para nuestros cansados músculos. Así llegaron los últimos de septiembre, últimos días antes del primer intento de ascensión a esta mítica cumbre. Divididos en dos grupos, con nuestra moral alta y convencidos de que la cumbre, ya tan cercana, estaba al alcance de nuestras botas, partimos del C.B. en dirección a cotas mas altas. Días más tarde nos reuníamos todos un tanto decepcionados, de nuevo en el C.B.. Un inusual y devastador viento nos había arrancado literalmente del suelo. Muchas de la tiendas de la expediciones vecinas fueron arrastradas por el vendaval, y otras tantas rasgadas y destruidas. Aún así pudimos ascender hasta los 7.400 m. del campo tres, en aquellas condiciones intentar la ascensión hubiera sido una locura. Tras un pequeño descanso volvíamos hacia arriba, pero nuevamente el mal tiempo nos rechazaba. Distintos grupos fuimos chocando una y otra vez con una montaña cegada por la furia de este viento.
Ninguna expedición que ha acudido al Everest este año ha logrado su cumbre. Nueve expediciones lo intentaron por la vertiente tibetana y tres por el lado nepalí. Ninguna de ellas logró su objetivo. El Everest ha cerrado sus puertas al alpinismo del 97. Fue una profunda decepción la que nos dejó, pero también somos conscientes de que hemos sabido actuar con la mente fría ante las decisiones más vitales. Los grandes riesgos no aportan sino problemas. Hemos vuelto sanos, felices y con un montón de sueños, entre ellos, quizá, el volver. Y eso es una victoria.
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