Tengo en el centro del cuarto y junto a una ventana mi cama. No es una cama particular, es una cama como las demás. Si me tiendo en la cama al revés sólo me veo los pies pero si me tumbo derecho puedo ver el techo. Si mi hermana pequeña, Ana, se pone a llorar en mi cama se ha de acostar. Y yo me voy cayendo, cayendo, entre sábanas, edredones y peluches de colores. ¡Anda, Ana, bonita, vete a dormir a tu camita! Mira, niña, digo con voz terrorífica, mi cama es fea, es roja, y tiene una pata coja, está embrujada y te convertirá enseguida en una peluda rana. Pero Anita se divierte y dice con su forma de hablar, cama potita. ¡Y de nuevo, a jugar!
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario