Foto de las escaleras del cielo o de la humildad
La historia que voy a contaros no es espectacular, ni el protagonista es alguien famoso, ni creo que nunca llegue a serlo, mas bien, todo lo contrario, es un ser humilde en su extrema pequeñez y enorme en su forma de entender la vida. A vosotros os toca juzgar si el relato corresponde a la realidad o si es fruto de mi imaginación. La verdad es, que no ha resultado nada fácil contaros esto, pues como bien sabéis los tremoncillos son muy poco comunicativos y, todavía no he conocido ninguno que vaya por ahí contando cosas. Sí, el personaje es un tremoncillo, un pequeño tremoncillo que vive en el monte rodeado de espartos, sisallos, ontinas y otros como él. Él, no se queja cuando soporta largas épocas de sequía y sus delgadas raíces tienen que buscar esa humedad tan necesaria para él, cada vez mas lejos. Tampoco se queja cuando el ganado al salir a pastar lo pisotea rompiendo alguna de sus ramas o alguna perezosa oveja, da un bocado a sus partes mas tiernas. Él, disfruta a su manera y es feliz cuando lo azota el cierzo ya que la piedra que tiene justo al lado le proporciona algo de abrigo. Cuando llueve, extiende sus ramas y se empapa con ese agua que para él, como para todos nosotros es fuente de vida. Al llegar la primavera, muestra sus cientos de flores a todo el mundo, y su presencia puede sentirse gracias a su aroma desde muy lejos. Al llegar el otoño, siente un poco de miedo, pues es la época en que los humanos se dedican a preparar las olivas apañadas, y para ello, necesitan ese aroma tan característico; aunque él, tiene la fortuna de ser más pequeño que los otros y, con la rama que le partió aquella maldita cabra su aspecto pasa desapercibido, y así, puede seguir cumpliendo primaveras. Pero lo que más llama mi atención y espero que la vuestra, es su respuesta ante los ataques que sufre. Él, no los rechaza con violencia como hace la serpiente o su amigo el rosal con sus espinas. Él, cuando se ve atacado, lo único que hace es regalarnos su aroma con un ejemplo de generosidad que sólo pensarlo se me pone la piel de gallina. Es por todas estas cosas y alguna más por lo que mi planta favorita es el tremoncillo. Es así como acaba esta historia, con humildad y sencilez, igual que comenzó. Si queréis encontrar a nuestro personaje acudid al monte y en aquella solana que tiene una especie de rellano, lo veréis en medio de otros muchos de su especie. Es aquel pequeñito que tiene una rama rota y una piedra que le resguarda del cierzo.
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