Me está esperando como a una presa, sentada sobre sus apéndices traseros y haciendo colgar sus patas opuestas debajo de un hilo blanco y baboso. Sus globos se posan hipnóticos. No puedo zafarme de esa mirada que cavila un único propósito, hacerme suya. Sus antenas juegan alternas acariciando mi cuello y las púas de sus patas me apuntan generosas, dispuestas a esperar el tiempo necesario para atraparme. Yo sigo inmóvil, incapaz de hacer un movimiento que pueda perturbarla. Me cae sudor de la sien y empiezo a mojarme, me empapo hasta los dedos de mis pies y siento un olor venenoso que me atrae inexorablemente. Quiero ser atrapada, mi mente comienza a desvanecerse, caen mis párpados, siento una necesidad absurda de beberme sus fluidos. La mantis clava sus filudas púas en mi cintura, me tiene colgada con la cabeza hacia atrás y mete su lengua en mi boca. Me besa ahogada y escucho un rezo de amor. Al fin me devora.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
La mantis es un picho que pica hay que tener cuidado a veces no se ve entre los árboles.
ResponderEliminar