miércoles, 1 de diciembre de 2010

LA PAZ DE LA LUZ.


Llovía fuera, las gotas de lluvia golpeaban contra los cristales del salón, retumbaban con eco alrededor de la vacía estancia. Acababa de comprar esa casa, la vio un día que por equivocación tomó la carretera incorrecta y acabó en un pueblo perdido en la sierra.


Ese día tenía una cita importante en la ciudad pero la tempestad, la nieve, hizo que se tuviera que desviar y buscar alojamiento en el pueblo más cercano. Tomó el primer desvío que salía a su derecha y, con mucha precaución y muy despacio por miedo a deslizarse en el hielo de la carretera, se dirigió hacia un lugar inespecífico. En un punto la vía se bifurcaba en dos, y por infortunio del destino, el viento había derribado el cartel que indicaba como seguir, tapándolo sobre el suelo con una espesa capa de nieve. Decidió, por intuición más que por orientación seguir hacia la izquierda.


La carretera se iba haciendo cada vez mas estrecha hasta llegar a ser angosta, después se convirtió en un camino. Ella decidió continuar ya que en la situación que estaba no podía dar la vuelta, no podía girar pues quedaría atascada con las ruedas en la nieve del arcén. Al fondo vio una especie de luz, seguramente sería alguna aldea, allí podría retornar. Continuó con esperanza.


Al llegar al final, el camino acababa en un sendero, y este llevaba hasta una casa, oscura, sola, con pintas de abandonada. Intentó salir del coche para ver si había alguien allí, alguien que le ayudara, pero el fuerte viento, y el frío se lo impedían. Decidió quedarse dentro del coche, taparse con la manta que llevaba en el asiento de atrás e intentar dormir hasta que llegara la mañana, y con la luz del sol tener una visión más clara de la situación.


Poco a poco fue cayendo en un letargo, que ella achacaba al frío, aunque entre sueños veía una especie de luces que revoloteaban alrededor de su coche. Intentaba despertar, mirar que era lo que estaba rodeándole, lo que en cierto momento parecía que le observaba, pero no lo conseguía, una sensación de paz, de adormecimiento…


La luz del día le despertó, había amanecido soleado y la nieve cubría todo su coche. Salió como pudo de él, se sentía ágil, fuerte, descansada. No parecía que hubiera dormido en un vehículo bajo ese frío, no estaba entumecida, ni atontada por la temperatura. Estaba fresca y extrañada, ya que ella recordaba haber cogido la manta, pero no recordaba que hubiese reclinado el asiento y se hubiera arropado de esa manera. Giró sobre si misma, y de frente se volvió a encontrar con aquella casa, solo que ahora no parecía tan abandonada, tan oscura, tan tétrica.


Como la nieve cubría todo el camino, decidió probar suerte y entrar para ver si por casualidad alguien viviera dentro y le podría prestar un teléfono donde avisar a sus familiares de que se encontraba bien. Llegó a la puerta, y llamó, nadie contestó, miró por la ventana, pero nadie ni nada había dentro, solamente al fondo, encima de la chimenea se vislumbraba un cuadro, un cuadro de una mujer y una niña, vestidas de un blanco reluciente y sonriendo de la manera más feliz, que una mujer y su hija pudieran hacer. No podía hacer otra cosa, allí no encontraría ayuda. Tendría que dejar abandonado el coche y dirigirse andando a buscarla.

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