domingo, 12 de diciembre de 2010

TERAPIA POR PARTIDA DOBLE.


La fotografía recoge una de las estampas más clásicas de Budapest: las partidas de ajedrez en las piscinas al aire libre del balneario Szechenyi, uno de los principales establecimientos termales de la capital húngara. Budapest es una ciudad rica en baños públicos, herencia sin duda de los muchos siglos que permaneció bajo dominio otomano. Para sus habitantes, sumergirse en las cálidas aguas de alguno de los balnearios no sólo es una vía para prevenir o tratar las enfermedades, sino sobre todo una de las formas más arraigadas de hacer vida social. Las termas son un buen sitio para hablar de lo humano y lo divino, para hacer amistades y también para enamorarse o iniciar una relación sentimental (las hay incluso enfocadas al público gay). Pocas cosas se antojan tan relajantes como permanecer sumergido en las aguas termales de una de esas piscinas al aire libre mientras el cielo se va oscureciendo y empiezan a deslizarse con suavidad los primeros copos de una nevada. La temperatura del agua -37 grados- garantiza el bienestar del bañista, aunque el termómetro en el exterior esté por debajo de cero, algo por otra parte muy común en Budapest en época invernal.
Pero la dimensión terapéutica de la cultura termal no sólo tiene que ver con esa sensación de bienestar y tranquilidad. Desde tiempos inmemoriales se sabe que las aguas ricas en determinados minerales frenan y mitigan los efectos de muchas dolencias. Las que manan de las fuentes de Budapest abundan en calcio, sulfatos y magnesio, lo que las hace especialmente indicadas para el reumatismo e incluso las cardiopatías. El tratamiento es ya completo si al baño se añade una partida de ajedrez, que como se sabe constituye una de las mejores terapias para ejercitar la mente humana.

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