Qué has hecho con tu plumaje maravilloso?, le preguntó el rey, un poco confundido a su ave de plumaje dorado. “He sacrificado mis finas plumas para salir de esa jaula y lograr mi libertad”, contestó la avecilla. Foto de los delfines demostrando que la libertad en el mar es posible, muy bonita foto del los delfines que son animales muy listos y intelegentes.
¿Pero no eres feliz en esa jaula de oro, no te satisfacen las comodidades que te he dado?, le preguntó angustiado el rey. La avecilla respondió: “así como a usted le hace feliz la avaricia, el dinero, las joyas, a mi me hace feliz obtener mi libertad, mi rey.
El rey trastabilló al observar a la avecilla desplumada y prosiguió: “cuánto dolor habrás sufrido al sacarte las plumas más hermosas de tu cuerpecito sólo por un simple capricho,lograr tu libertad y vivir en ese mundo salvaje”.
La avecilla de plumaje dorado le respondió: “más dolor he sufrido durante todo este tiempo que me has tenido encerrado en esa espantosa jaula y no haber podido volar en el cielo celeste mis últimas agonías".
“Pero de que agonías hablas, replicó el rey, tú no te vas a morir".
El ave apunto de fenecer le dijo: “mi cuerpecito no ha resistido tanto dolor, tanto sacrificio, me siento fustigado. Me falta oxígeno, me siento fenecer, a pesar de todo salir de la jaula ha valido la pena”.
El rey, que no se negaba a perderlo replicó: “pero te he dado comodidades, buenas comidas, todo lo que has deseado".
En sus últimos respiros respondió la avecilla: “Para mi no tiene ningún valor tu riqueza. Tal vez he degustado los mejores manjares en tu palacio, pero mi vida encerrada no le da sentido a mi existencia. Yo soy una avecilla libre por naturaleza. Tengo que regresar al lugar al que pertenezco. Donde los míos vuelan al libre albedrío por el cielo infinito. Donde tienen la oportunidad de elegir libremente y poder volar en todo momento".
El rey al escucharlo y al ver el sacrificio por la lucha de sus ideales, se postró sollozando, al pie de la jaula y observaba atentamente, cuando sacaba fuerzas de su flaqueza para asomarse a la ventana y poder ver por última vez a la naturaleza en todo su esplendor.
La avecilla, desde el filo de la ventana dejaba caer de sus rebosantes ojos aquellas lágrimas soñadoras, por fin libres, sin ataduras de la servidumbre, ni de su rey.
Allí acabó dando sus últimos respiros en aquella ventana contemplando aquel estupendo paisaje de sus sueños, de sus ideales. por fin llegó a ser libre.
¿Pero no eres feliz en esa jaula de oro, no te satisfacen las comodidades que te he dado?, le preguntó angustiado el rey. La avecilla respondió: “así como a usted le hace feliz la avaricia, el dinero, las joyas, a mi me hace feliz obtener mi libertad, mi rey.
El rey trastabilló al observar a la avecilla desplumada y prosiguió: “cuánto dolor habrás sufrido al sacarte las plumas más hermosas de tu cuerpecito sólo por un simple capricho,lograr tu libertad y vivir en ese mundo salvaje”.
La avecilla de plumaje dorado le respondió: “más dolor he sufrido durante todo este tiempo que me has tenido encerrado en esa espantosa jaula y no haber podido volar en el cielo celeste mis últimas agonías".
“Pero de que agonías hablas, replicó el rey, tú no te vas a morir".
El ave apunto de fenecer le dijo: “mi cuerpecito no ha resistido tanto dolor, tanto sacrificio, me siento fustigado. Me falta oxígeno, me siento fenecer, a pesar de todo salir de la jaula ha valido la pena”.
El rey, que no se negaba a perderlo replicó: “pero te he dado comodidades, buenas comidas, todo lo que has deseado".
En sus últimos respiros respondió la avecilla: “Para mi no tiene ningún valor tu riqueza. Tal vez he degustado los mejores manjares en tu palacio, pero mi vida encerrada no le da sentido a mi existencia. Yo soy una avecilla libre por naturaleza. Tengo que regresar al lugar al que pertenezco. Donde los míos vuelan al libre albedrío por el cielo infinito. Donde tienen la oportunidad de elegir libremente y poder volar en todo momento".
El rey al escucharlo y al ver el sacrificio por la lucha de sus ideales, se postró sollozando, al pie de la jaula y observaba atentamente, cuando sacaba fuerzas de su flaqueza para asomarse a la ventana y poder ver por última vez a la naturaleza en todo su esplendor.
La avecilla, desde el filo de la ventana dejaba caer de sus rebosantes ojos aquellas lágrimas soñadoras, por fin libres, sin ataduras de la servidumbre, ni de su rey.
Allí acabó dando sus últimos respiros en aquella ventana contemplando aquel estupendo paisaje de sus sueños, de sus ideales. por fin llegó a ser libre.
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