Pepe Ribes, uno de los marinos que da la vuelta al mundo a vela, alerta del deshielo de la Antártida que siembra de icebergs la ruta de estos corceles del viento.
Algo está pasando en la Tierra». Pepe Ribes, un gigantón alicantino que da su cuarta vuelta al mundo a vela, se frota los ojos, allá abajo, cerca de la Antártida, sin poder creer lo que contempla. Cientos de placas de hielo, desgajadas de icebergs de hasta 4 kilómetros de longitud, amenazan con cruzarse en la ruta de estos veleros, lanzados a más de 20 nudos en una loca carrera por circunnavegar el planeta. «Nunca había visto tanto hielo tan al Norte», reflexiona el marino.
«Desde nuestras casas en España no nos damos cuenta», resalta en una conexión vía satélite mientras su barco surfea rumbo a los 40º Rugientes. «Hay que bajar casi hasta la Antártida, hasta estas latitudes, para ver lo que pasa en la Tierra, fruto del calentamiento global. Impresiona ver tanto iceberg. El satélite solo detecta los más grandes, no las placas de hielo de alrededor, más pequeñas, que son más peligrosas porque el radar no las localiza», se desespera el marino.
Ribes fue padre tres semanas antes de zarpar para la Barcelona World Race (BWR). El patrón del Estrella Damm sabe que el océano que enseñará a su crío, al pequeño Pepe, no será el mismo que vio en su primera vuelta al mundo, hace diez años, y que nada volverá a ser igual. Tampoco estas regatas.
La anormal presencia de hielo desgajado de la placa antártica en la ruta de los veleros ha llevado a la organización de la Barcelona World Race a desplazar hacia el Norte, hacia aguas más seguras, las puertas de seguridad que deben franquear. De este modo se trata de evitar que los veleros desciendan demasiado al Sur. Debido a la forma de la Tierra, cuanto más cerca de la Antártida naveguen los barcos, menor distancia tienen que recorrer para dar la vuelta al globo. Menos millas, más riesgo.
Algo está pasando en la Tierra». Pepe Ribes, un gigantón alicantino que da su cuarta vuelta al mundo a vela, se frota los ojos, allá abajo, cerca de la Antártida, sin poder creer lo que contempla. Cientos de placas de hielo, desgajadas de icebergs de hasta 4 kilómetros de longitud, amenazan con cruzarse en la ruta de estos veleros, lanzados a más de 20 nudos en una loca carrera por circunnavegar el planeta. «Nunca había visto tanto hielo tan al Norte», reflexiona el marino.
«Desde nuestras casas en España no nos damos cuenta», resalta en una conexión vía satélite mientras su barco surfea rumbo a los 40º Rugientes. «Hay que bajar casi hasta la Antártida, hasta estas latitudes, para ver lo que pasa en la Tierra, fruto del calentamiento global. Impresiona ver tanto iceberg. El satélite solo detecta los más grandes, no las placas de hielo de alrededor, más pequeñas, que son más peligrosas porque el radar no las localiza», se desespera el marino.
Ribes fue padre tres semanas antes de zarpar para la Barcelona World Race (BWR). El patrón del Estrella Damm sabe que el océano que enseñará a su crío, al pequeño Pepe, no será el mismo que vio en su primera vuelta al mundo, hace diez años, y que nada volverá a ser igual. Tampoco estas regatas.
La anormal presencia de hielo desgajado de la placa antártica en la ruta de los veleros ha llevado a la organización de la Barcelona World Race a desplazar hacia el Norte, hacia aguas más seguras, las puertas de seguridad que deben franquear. De este modo se trata de evitar que los veleros desciendan demasiado al Sur. Debido a la forma de la Tierra, cuanto más cerca de la Antártida naveguen los barcos, menor distancia tienen que recorrer para dar la vuelta al globo. Menos millas, más riesgo.
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