Madrid, verano 2004. Unos años después de nuestro paso por la universidad. Te busco en las pobladas avenidas por las que entonces rodaban solitarios los suspensos. Y a pesar de que todo es diferente tú pareces la misma, salvo en esta extraña inscripción que, suspendida en el aire, se antepone con fuerza a tu figura: ¨No me alegro de verte, pero tamboco me produces aversión, ni odio ni rechazo. Sin embarco, prefiero que te vayas, no me apetece recordar. Tu imagen se deshizo en el liviano parpadeo de mis ojos, pero yo ya sabía dónde estaba el sepulcro de mi felicidad.
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