Ochoa no proviene de una facultad o de una escuela de negocios. Con 13 años pisó por primera vez un taller y a los 17 ya destripaba motores y cajas de cambio. Antes de cumplir los 30 montó su propio concesionario en su localidad natal de Torrent y puso en marcha un equipo de competición con el que consiguió numerosos triunfos en F3 y Gran Turismo de la mano de pilotos como Jaime Alguersuari, hoy en las filas de la Fórmula 1. El siguiente paso, el de construir el coche de sus sueños, era cuestión de tiempo. A mediados de la pasada década Ochoa se lió la manta a la cabeza y se puso a trabajar junto a los ingenieros de su equipo en el diseño de un coche en el que convergiesen las soluciones técnicas aprendidas en tantos años de competición. El resultado fue el GTA Spano, un automóvil de extraordinarias prestaciones que incorpora aportaciones tecnológicas que han dado lugar al registro de al menos a media docena de patentes.
En la factoría valenciana están especialmente satisfechos del chasis, un monocasco fabricado en carbono, titanio y kevlar. Además de proporcionar una extraordinaria rigidez, el uso de esos materiales permite que el peso del bastidor se quede en solo 56 kilos. La ligereza es una de las señas de identidad de cualquier superdeportivo que se precie y el GTA Spano supera la prueba con nota (1.350 kilos en orden de marcha). Con ese peso y los 780 caballos que rinde su motor, un V10 de 8.300 centímetros cúbicos, las prestaciones son de infarto. Baste decir que acelera de 0 a 100 en 2,9 segundos (un coche convencional suele tardar cuatro veces más) o que puede alcanzar los 350 kilómetros por hora. De los consumos no se proporcionan datos, se supone que porque es lo último que puede preocupar al comprador de un coche así.
El coche está pendiente de algunas homologaciones técnicas, aunque desde GTA Motor aseguran que las primeras unidades se entregarán a finales de este año. Serán media docena de vehículos que irán a parar a clientes extranjeros, sobre todo de países árabes. Ochoa cree que si las cosas van bien la empresa podrá disponer el próximo año de unas nuevas instalaciones en Loriguilla, también en Valencia, que permitirían incrementar el ritmo de producción. En sus planes contempla alcanzar para el año 2014 una producción de entre 40 y 45 coches anuales con una plantilla de entre 150 y 180 personas (ahora suman una veintena). El patrón de GTA Motor está convencido del futuro del segmento pese a las dificultades económicas y recurre de nuevo al ejemplo de la italiana Pagani para ilustrarlo. «Empezaron haciendo veinte coches al año por un precio de 300.000 euros y en 2011 tienen previsto fabricar cincuenta a 1,5 millones cada uno; en algo más de diez años han multiplicado por cinco sus precios de venta al público y cada vez tienen más demanda».
Ojalá el sueño de Ochoa se convierta en realidad y en unos años haya jeques y multimillonarios indios, chinos y rusos haciendo cola a las puertas de la factoría valenciana para hacerse con un GTA Spano. De momento, el V10 que equipan las unidades fabricadas para las homologaciones ruge ya por las carreteras levantinas haciendo que todas las cabezas se vuelvan allá por donde pasa. Una auténtica naranja mecánica a la espera de convertirse en objeto de deseo de una rara especie, la de los multimillonarios ávidos de nuevas sensaciones.
En la factoría valenciana están especialmente satisfechos del chasis, un monocasco fabricado en carbono, titanio y kevlar. Además de proporcionar una extraordinaria rigidez, el uso de esos materiales permite que el peso del bastidor se quede en solo 56 kilos. La ligereza es una de las señas de identidad de cualquier superdeportivo que se precie y el GTA Spano supera la prueba con nota (1.350 kilos en orden de marcha). Con ese peso y los 780 caballos que rinde su motor, un V10 de 8.300 centímetros cúbicos, las prestaciones son de infarto. Baste decir que acelera de 0 a 100 en 2,9 segundos (un coche convencional suele tardar cuatro veces más) o que puede alcanzar los 350 kilómetros por hora. De los consumos no se proporcionan datos, se supone que porque es lo último que puede preocupar al comprador de un coche así.
El coche está pendiente de algunas homologaciones técnicas, aunque desde GTA Motor aseguran que las primeras unidades se entregarán a finales de este año. Serán media docena de vehículos que irán a parar a clientes extranjeros, sobre todo de países árabes. Ochoa cree que si las cosas van bien la empresa podrá disponer el próximo año de unas nuevas instalaciones en Loriguilla, también en Valencia, que permitirían incrementar el ritmo de producción. En sus planes contempla alcanzar para el año 2014 una producción de entre 40 y 45 coches anuales con una plantilla de entre 150 y 180 personas (ahora suman una veintena). El patrón de GTA Motor está convencido del futuro del segmento pese a las dificultades económicas y recurre de nuevo al ejemplo de la italiana Pagani para ilustrarlo. «Empezaron haciendo veinte coches al año por un precio de 300.000 euros y en 2011 tienen previsto fabricar cincuenta a 1,5 millones cada uno; en algo más de diez años han multiplicado por cinco sus precios de venta al público y cada vez tienen más demanda».
Ojalá el sueño de Ochoa se convierta en realidad y en unos años haya jeques y multimillonarios indios, chinos y rusos haciendo cola a las puertas de la factoría valenciana para hacerse con un GTA Spano. De momento, el V10 que equipan las unidades fabricadas para las homologaciones ruge ya por las carreteras levantinas haciendo que todas las cabezas se vuelvan allá por donde pasa. Una auténtica naranja mecánica a la espera de convertirse en objeto de deseo de una rara especie, la de los multimillonarios ávidos de nuevas sensaciones.
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