sábado, 22 de enero de 2011

PERRO, LOBO Y LEÓN.


TÍTULO: PERRO, LOBO. Había una vez en una casa, cerca del bosque, vivía un perro que se encargaba de cuidar la propiedad de sus amos. Un día el perro se alejó de su casa porque deseaba conocer a los animales que vivían en el bosque.
Encontró muchos animales que parecían felices y pensó que sería divertido jugar con libremente con todos ellos. De regreso a su casa, el perro se encontró con un lobo.

Los dos se miraron sorprendidos. "Nos parecemos tanto que podríamos ser hermanos", pensaron.El perro y el lobo comenzaron a platicar y se fueron caminando juntos. Después de un buen rato sintieron hambre y el lobo le propuso al perro que cazaran algo para comer.

El lobo dijo: "Mira podemos cazar una liebre. No es nada sencillo, por eso te pido que me ayudes a atraparla" el perro de forma apenada dijo: "Pero yo nunca he cazado" dijo el lobo: "¿Entonces qué comes?" contestó el perro: "Tengo un dueño que siempre me alimenta.

A mí me gusta estar con él y ayudarle a cuidar la casa donde vivimos" dijo el lobo: "A mí me gusta cazar" después de un rato, el perro y el lobo encontraron una liebre. El lobo la persiguío y lo atrapó. Llegó la noche y los dos se fueron a dormir.

El perro se sentía confundido por la forma de vida del lobo que no pudo descansar. A la mañana siguiente el perro decidió volver con sus amos e invitó al lobo. Quería compartir su casa y su comida con él. El lobo entró a la casa del perro.

Mientras comían, el perro le explicaba lo agradable que era vivir y jugar con los amos. El lobo pensó que si él viviera como el perro no tendría la libertad ni las emociones a las que estaba acostumbrado. Entonces comentó que no se sentía a gusto en le casa.

Ambos compararon sus constumbres y concluyeron que las de uno y otro eran buenas, pero cada quien debería escoger las que más les gustaran.

El lobo se despidió amistosamente del perro. Cada uno respetó la forma de vida otro y siguieron siendo buenos amigos. Fin.
TÍTULO. EL LEÓN.Estaba un Ratoncillo aprisionadoEn las garras de un León; el desdichado En la tal ratonera no fue presoPor ladrón de tocino ni de queso, Sino porque con otros molestaba Al León, que en su retiro descansaba. Pide perdón, llorando su insolencia; Al oír implorar la real clemencia, Responde el Rey en majestuoso tono, No dijera más Tito: «Te perdono.» Poco después cazando el León tropieza En una red oculta en la maleza; Quiere salir, mas queda prisionero,Atronando la selva ruge fiero. El libre ratoncillo, que lo siente, Corriendo llega, roe diligenteLos nudos de la red de tal manera, Que al fin rompió los grillos de la fiera. Conviene al poderosoPara los infelices ser piadoso; Tal vez se puede ver necesitadoDel auxilio de aquel más desdichado.

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