jueves, 6 de enero de 2011

TODO ESTA HECHO.


Habían dado las 10:30 de la noche hacia unos minutos, el tiempo transformado efímero siempre al afrontar aquella tarea vuelta habitual. Abrigándose un poco para afrontar esa noche que lucía mas fría de lo cotidiano, a finales de Octubre los primeros frentes fríos se deslizaban transportados por el viento por aquellos campiranos parajes. Por unas horas abandonaría la calidez de su hogar, desde donde la luz del televisor brindaba confort y le hacía melancólico el momento de apartarse para afrontar una de sus tareas más funestas, pero que realizaba con rutina diaria. Aún así no le quitaba lo desagradable.

Dando un ultimo vistazo a la habitación donde su familia plácida se prestaba para el sueño. El rostro de sus hermanos que apacibles habían caído presas del cansancio, ya no había mucho que decir, era su obligación y la había tomado sin reservas.

- Ya me voy. – susurra el chico con sutileza evitando incomodar en la medida de lo posible el ambiente y dando los últimos detalles para su partida acomodándose con recelo sus zapatos.

- No tardes tanto – le contesta la voz de su madre que ni siquiera se toma la molestia de voltear a verle presa momentánea de las imágenes de ese mágico aparato.

- Si, no lo haré – culmina la plática más bien seca para salir finalmente de su hogar. Apenas abre la puerta la brisa brusca en los arboles le hace ver que no es una noche normal, le acaricia con severidad el rostro y le provoca un ligero escalofrío que lo pausa por un instante indeterminado.

La luz de la luna lo despierta de ese transitorio letargo y sus manos buscan el abrigo de las bolsas de su chamarra para perder un poco del entumecimiento que las condiciones climáticas ocasionaron. Emprende el paso hacia una habitación en ruinas que ya servía de caballeriza, casi a tientas y solo con la ayuda del resplandor de la luna, que en estas condiciones es todo un regalo, se estira para tomar de un perchero las cuerdas y un freno usado para dirigir a su caballo. Los cuelga de su brazo para dirigirse hacia ellos, llevando sus manos a la boca para dar un resuello buscando regalarles un poco de calidez.

El viento se enloquece por momentos azotando las ramas de los arboles para regalar en su impacto una melodía un tanto tétrica y el pequeño Rogelio da cuenta de ello apenas treparse a su caballo. Toma las cuerdas que mantienen atados a otros dos animales y se presta a llevarlos a pastar en la que es su mas solitaria aventura.

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