domingo, 16 de enero de 2011

CONDENA- ESTOY SALVADO.


Está oscuro. Tan oscuro como siempre. Como cada día y cada noche, aquí abajo partes indistinguibles de algo llamado tiempo, que pasa de largo. El aire, enrarecido, asfixia en cada inspiración. La humedad que nace del suelo sube por las paredes de piedra y llega al techo, reptando. Todo está mojado. La gota que cae en el pasillo, rítmica, desquiciaría al más cuerdo. Su perpetuo "plop... plop... plop..." penetra hasta lo más profundo de la cabeza, y en sueños se convierte en una tortura. Una más.

En este mundo la luz es un bien escaso. La única prueba de que se han abierto los ojos es ver la tenue claridad que pasa bajo el resquicio de la puerta, vieja y oxidada, pero resistente, acorde a su función. Del otro lado, unos farolillos colgados del techo intentan alumbrar lúgubres pasadizos poco transitados.
Unas tablas colocadas en un rincón hacen las funciones de lecho. Un agujero en una esquina el lugar por el que tirar los desechos. El resto de la cámara son gruesos muros, y tenue penumbra.
Perfecta.

Comparto el lugar con el frío, acomodado desde hace mucho. Y cada vez más a menudo me visitan los temblores. Ingratos acompañantes ambos, aunque fieles.
De vez en cuando voces me ayudan a recordar que no estoy solo. Gemidos y lamentos se alzan entre las sombras, maldiciendo con incomprensibles vocablos que terminan en una prolongada agonía.
Luego, silencio.Bajo la puerta, una trampilla deja el hueco justo para que una escudilla con alimento pase por ella. Pocos sentidos me quedan ya, y por suerte el gusto no es uno de ellos.
Siempre dejo unas migajas a mis amigas, que agradecidas nunca faltan a su cita. Las ratas parecen apiadarse de mí cuando, complacidas tras comprobar que no me olvido de ellas, me dirigen una mirada antes de abandonarme en mi condena por cualquier recoveco.
Hasta mañana, les susurro.


Suena el quejumbroso chirriar de unos goznes, que sólo puede significar dos cosas. Ninguna grata, y a cual peor. La entrada o salida de un cautivo, en ambos casos más muerto que vivo.
Un cuenco inacabado es el único y mejor aviso, y para las habitantes de las galerías, que corretean visitando las estancias, un festín inesperado.


Tras los muros hay otros mundos en los que sigue saliendo el sol.
Eso gritan los que aún se creen vivos.
Eso comprueban los muertos, por poco tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario