sábado, 15 de enero de 2011

DEPORTISTA OCTOGENARIA.


Catalina Tejo lleva treinta años nadando a diario, a pesar de tener movilidad reducida debido a una artrosis y a su peso.

A pocos meses de cumplir los 80 años, Catalina Tejo sigue con su costumbre de acudir diariamente a la piscina a nadar durante una hora, una costumbre que inició en 1977, cuando se inauguró la piscina de verano en Almendralejo, ciudad en la que nació y en la que reside con sus hijos.
Y es que Catalina es de esas pocas personas cuya fuerza de voluntad llama la atención y sirve como ejemplo para personas muchísimo más jóvenes que ella. «Vengo todos los días a nadar. He llegado a venir un día que nevó», confiesa.
Todo empezó cuando con cuarenta y tantos años comenzó a tener problemas de huesos. Le diagnosticaron artrosis y le recomendaron hacer gimnasia o natación, puesto que los problemas de circulación le impedían antaño pasar por el quirófano por los riesgos que conllevaba la operación.
Entonces comenzó con la gimnasia diaria, pero cuando se abrió la piscina, probó y le gustó. Años más tarde, cuando se abrió la piscina climatizada, una de las primeras de Extremadura, comenzó a nadar en días alternos, cuando podía compaginarlo con su trabajo fuera de casa y con el cuidado de sus hijos. Pero en cuanto pudo y comprobó las bondades de la natación, Catalina comenzó a acudir diariamente, práctica que continúa realizando tres décadas después.
Primero recibió clases con monitores, lo que le permitió aprender a nadar a crol, estilo que es el único que practica durante su hora u hora y media diaria, pues es el único que conoce. Sin embargo, desde entonces prefiere acudir por libre a la piscina climatizada de Almendralejo, donde es la nadadora más veterana y es muy querida por funcionarios y socorristas, pues es el emblema de la práctica deportiva y también porque rebosa buen humor.
Al llegar al recinto, los monitores cada día la ayudan a entrar en la piscina con una silla grúa, pues sus problemas de huesos le impiden hacerlo por la escalera.
Aunque reconoce que algunas veces le da pereza acudir a la piscina, sus hijas son las primeras que le animan al ver la mejoría en su madre. «Si no viniera a nadar, no podría andar», confiesa Catalina, a la que tiene que llevar cada día un familiar en coche hasta el polideportivo, puesto que hace años que no puede subir los escalones del autobús urbano, mientras que el macuto con la ropa lo tiene que trasladar con un carrito con ruedas. «A la vejez me voy a hacer famosa», bromea Catalina, que ya ha sido protagonista de reportajes televisivos en cadenas nacionales, entre las que tampoco ha pasado desapercibida la singularidad de esta mujer.

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