jueves, 6 de enero de 2011

EL CARTERO ENAMORADO.


Cada mañana, muy tempranito, Tima sale a repartir sus cartas por el pueblo. Lleva un morral grande y resistente.

Su recorrido comienza en la casa de Kupka, el zapatero. Continúa con la casa de Dimitri, el pintor. Luego va hasta casa de Nadia, la señora que tiene el gallinero y así sucesivamente, entregando las cartas que todo el pueblo de Oblast espera.


A Tima le encanta ser cartero, puede visitar a sus amigos todos los días. Además, le encanta ver los sobres con sus estampillas y los remitentes lejanos.

Tima, no siempre fue un cartero feliz, hubo una época en que él no tenía quién le escribiera, ni a quién escribir. Esto lo tenía apesadumbrado.

A lo largo de su recorrido, sólo se alegraba cuando llegaba a casa de Maira, la costurera. Es que era tan linda.

- Buenos días, traigo una carta desde Tatarstan. – decía el cartero con las mejillas coloradas y el corazón acelerado.
- Muchas gracias. Que tengas un buen día.- respondía Maira.

La costurera tenía mucho trabajo y no le alcanzaba el tiempo para charlas. El cartero era sumamente tímido y no se atrevía a decirle que estaba enamorado de ella.

Una noche, mientras ordenaba la correspondencia que debía repartir al día siguiente, Timo tuvo una idea:

- Escribiré una carta a Maira. Le contaré mis sentimientos, pero no le diré quién soy. – se dijo el cartero.

Esa fue la primera carta que Timo escribió en su vida:

Hola Maira:
Espero que cuando abras esta carta, esté muy contenta. Tú no me conoces, pero yo sí.
Eres la mujer más bella del mundo. Te quiero mucho.

Dobló la carta y la metió en el sobre, junto con una flor.

Al día siguiente, repartió sus cartas con gran alegría. Pero cuando llegó a casa de Maira, se puso muy nervioso. Entregó la carta temblando y la muchacha se despidió, sin siquiera mirarlo.

Al día siguiente, el cartero llevó una revista a casa de Maira. Cuando llegó, ella ya lo esperaba en la puerta.

- Buen día, Timo. ¿Hay carta para mí?- preguntó impaciente la muchacha.
- Hola Maira. Te traigo una revista que viene de la ciudad.
- ¿Sólo eso?
- Nada más.
- ¿No hay una carta, como la de ayer?- preguntó Maira curiosa.
- Nada más por hoy.
- Gracias. Hasta luego.- dijo la joven decepcionada.

Fue entonces, que el cartero se dio cuenta de que había tocado el corazón de la costurera con su carta. Repartió las cartas restantes y se fue presuroso a su casa, para escribir otra carta.

- Hola, Timo. ¿Qué carta me traes hoy?
- Traigo revistas y una carta.- dijo el cartero, más tranquilo esta vez.
- ¿De quién?- preguntó la muchacha, quitándole el sobre de las manos.
- No lo sé. – contestó él, fingiendo inocencia.
- Muchas gracias. Hasta luego. Que tengas un buen día. – dijo Maira feliz.

Desde entonces, Timo escribía cartas de amor todas las noches y Maira las recibía feliz.

El tiempo pasó y Timo deseaba confesar que las cartas le pertenecían, pero no se atrevía. Maira, deseaba ansiosamente conocer al galán.

Un día, Timo dejó la casa de Maira para el final del recorrido, porque estaba decidido a hablar con la costurera. Había pensado en encargarle una nueva chaqueta de cartero, para tener más tiempo para estar con ella.

Golpeó la puerta, entregó la carta y luego solicitó la prenda. La costurera aceptó encantada y lo hizo pasar para tomarle las medidas.

Mientras Maira le tomaba las medidas, preguntaba al cartero sobre el responsable de las cartas. El cartero negó saberlo. Al despedirse, la costurera notó lo guapo que era el cartero.

Maira siguió esperando las cartas misteriosas. Pasaba mucho tiempo leyéndolas y esto se notó en su trabajo, que ya no era tan bueno. Pero al cartero no le importaba en absoluto, lo que deseaba, era pasarse las horas charlando con ella.

Cuando la chaqueta estuvo terminada, Maira invitó al cartero a cenar. El cartero aceptó, pero con la condición de que fuera él, quien cocinara.

Mientras Timo estaba en la cocina, Maira puso la mesa, y las flores que el cartero le trajo de regalo. Cuando las acomodaba, se dio cuenta de que eran las mismas que venían en los sobres de las cartas.

Comieron y la comida estuvo deliciosa. Cuando terminaron, Maira le propuso que leyeran un rato, pero Timo le propuso salir a pasear bajo la luz de la luna. Caminaron largo rato, hasta que la costurera se sintió cansada. Entonces regresaron y se despidieron.

De regreso en su casa, Maira se quedó pensando, los gustos del cartero coincidían con los del admirador desconocido. No había duda, lo había descubierto. Entonces se puso a escribir una carta:

Querido Timo:
Espero que cuando abras este sobre, estés muy contento.
Te conozco muy bien y te quiero mucho. Me encantaría pasear contigo de nuevo.

Maira

Maira dobló y ensobró la carta, y puso una flor del florero dentro.

Al día siguiente, mientra Timo terminaba su recorrida, encontró que le quedaba una carta en el morral. Era para él mismo. No podía creer lo que veía. Era la primera vez que recibía una carta.

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