Aquí estamos en la sala de espera del aeropuerto, cada vez que miro a Pancho es imposible no soltar una carcajada, su bolso de mano es una bolsa de basura negra, no se inmuta y mucho menos le da vergüenza, todo lo contrario, camina con aires de aquí vengo yo; Pancho el Montañista y su bolsa de basura. Nuestro otro compañero tampoco pasa desapercibido, su gorro de lana verde tiene un pon pon casi tan grande como el gorro mismo, es fácil saber donde está cuando se pierde entre la gente simplemente veo donde esta el pon pon verde gigante por sobre las cabezas. Todo lo contrario es Sergio, es callado y bajo perfil, hombre de pocas palabras a tal punto que ha estas alturas del viaje es imposible describirlo.
Nos llaman por alta voz y nos subimos al avión, a eso de las 1:45 de la madrugada estamos despegando. La noche esta iluminada por la luna y se ven claros los cerros y valles, sueño con ver los Campos de Hielos, pero lamentablemente estos están escondidos detrás de una cortina de nubes. A eso de las 4:30 de la madrugada estamos en Punta Arenas recogiendo nuestras cosas, tomamos un vehículo que nos deja en el terminal de buses, hace frío y estamos literalmente en la calle hasta que abran el terminal, el primer bus rumbo a Puerto Natales sale a las 8 de la mañana -¿quien tiene hora?-, -son las 5:30-, -¿a que hora amanece?-, -a las 9-, -¿Que hacemos ahora?-, -no pienso salir a caminar con 23 kilos en la espalda y 8 kilos mas en las manos- . Me tiro en el piso de concreto dispuesto a pasar unas horas paupérrimas, cuando en eso sale el cuidador del terminal y nos ofrece guardar las mochilas para que podamos ir a recorrer o tomar un café por ahí; gracias.
Nada que venda café en estas latitudes del planeta a las 6 de la mañana, todo lo contrario, ni los semáforos funcionan, mi mente decía vallan a conocer el cementerio, la plaza donde esta el Indio Patagón, pero el frío mandaba a buscar un lugar con algo mas de calor, para variar se desato el viento magallánico, imposible no acordarme de los cuentos de mi abuela que quedo impresionada con estas ráfagas -¡Afirmate negra!- le decía a mi madre que aun era una niña.
Ni un alma, ni un auto, una pantalla LED gigante que transmitía publicidad, el sonido del viento cortándose en los cables, los arboles que ni se inmutaban, todo en paz, todo cerrado, nada de café, pero feliz de estar aquí. A las 6:30 suenan las campanas de una iglesia y Punta Arenas revive, los semáforos empiezan a funcionar, aparecen las primeras personas, autos; esto es un mundo aparte. Por fin pudimos tomar un café y comer algo, ahora de vuelta al terminal que abre a las 7:30, compramos los pasajes y partimos rumbo a Puerto Natales, buenas noticias esta saliendo el sol a las 8 de la mañana pero ya se tiene luz a las 7:30.
Nos llaman por alta voz y nos subimos al avión, a eso de las 1:45 de la madrugada estamos despegando. La noche esta iluminada por la luna y se ven claros los cerros y valles, sueño con ver los Campos de Hielos, pero lamentablemente estos están escondidos detrás de una cortina de nubes. A eso de las 4:30 de la madrugada estamos en Punta Arenas recogiendo nuestras cosas, tomamos un vehículo que nos deja en el terminal de buses, hace frío y estamos literalmente en la calle hasta que abran el terminal, el primer bus rumbo a Puerto Natales sale a las 8 de la mañana -¿quien tiene hora?-, -son las 5:30-, -¿a que hora amanece?-, -a las 9-, -¿Que hacemos ahora?-, -no pienso salir a caminar con 23 kilos en la espalda y 8 kilos mas en las manos- . Me tiro en el piso de concreto dispuesto a pasar unas horas paupérrimas, cuando en eso sale el cuidador del terminal y nos ofrece guardar las mochilas para que podamos ir a recorrer o tomar un café por ahí; gracias.
Nada que venda café en estas latitudes del planeta a las 6 de la mañana, todo lo contrario, ni los semáforos funcionan, mi mente decía vallan a conocer el cementerio, la plaza donde esta el Indio Patagón, pero el frío mandaba a buscar un lugar con algo mas de calor, para variar se desato el viento magallánico, imposible no acordarme de los cuentos de mi abuela que quedo impresionada con estas ráfagas -¡Afirmate negra!- le decía a mi madre que aun era una niña.
Ni un alma, ni un auto, una pantalla LED gigante que transmitía publicidad, el sonido del viento cortándose en los cables, los arboles que ni se inmutaban, todo en paz, todo cerrado, nada de café, pero feliz de estar aquí. A las 6:30 suenan las campanas de una iglesia y Punta Arenas revive, los semáforos empiezan a funcionar, aparecen las primeras personas, autos; esto es un mundo aparte. Por fin pudimos tomar un café y comer algo, ahora de vuelta al terminal que abre a las 7:30, compramos los pasajes y partimos rumbo a Puerto Natales, buenas noticias esta saliendo el sol a las 8 de la mañana pero ya se tiene luz a las 7:30.
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